Asamblea Constituyente, por Simón Boccanegra
En uno de los mundiales de fútbol de algunos años atrás tocaba un juego entre los equipos de la Unión Soviética, que todavía existía, y Brasil. El técnico de la franela amarilla, de pie ante el pizarrón, dibujaba diagramas en los cuales el balón iba y venía entre sus jugadores. Al cabo de un rato, alguna de las estrellas que eran así pedagogizadas, pidió la palabra y preguntó, con falsa ingenuidad: “Bueno, ¿y es que los rusos no juegan?”. Me viene a la mente la anécdota cuando veo la última ocurrencia de algunos sectores de la oposición: la Asamblea Constituyente. De modo, pues, que según este proyecto, aquí se podría convocar, desde la oposición (lo cual ya de por sí sería una novedad planetaria), una Constituyente que tendría atribuciones para destituir todos los poderes -propósito que no es ocultado por los promotores de la idea, sin que el gobierno se diera por aludido. Piénsese por un instante en todo lo que implica tal proceso, desde el mecanismo electoral a utilizar hasta el sitio de reunión de la Asamblea, para no hablar de las aristas políticas del asunto, que son capitales, y la pregunta se hace inevitable: ¿los rusos no juegan?