Asumamos todos el mea culpa del interinato, por Beltrán Vallejo
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En la lucha para sacar del poder a Chávez y a Maduro se ha hecho de todo, y el éxito ha sido esquivo. Los factores enemigos del chavomadurismo hemos transitado por diferentes tácticas y han sido erradas. La autocracia continúa en el poder, sigue en Miraflores.
Y hay que decirlo: el último de ese serial de fracasos es el «gobierno interino», nuestro «gobierno interino» porque bajo esa bandera se inscribió en su mejor momento la mayoría de los venezolanos; mas hasta contó con el apoyo de EEUU y de un grupo de potencias europeas y latinoamericanas. Es decir, también ese fracaso es de los gringos y de las naciones que se vieron involucradas en la estrategia internacional denominada «máxima presión».
El joven Juan Guaidó fue el foco de un proceso de ingeniería política y geopolítica cuyo epicentro fue el 2019 y cuyo final también fue 2019, con el fracaso del 30 de abril cuyo único «logro» —y bien entrecomillado— fue el de la liberación de Leopoldo López, quien se encontraba encerrado en una embajada.
Sin embargo, el denominado interinato continuó en el tiempo, y su expresión fue la creación de un entramado de representantes diplomáticos en diversos países, además de lo de Monómeros, lo de Citgo, lo de los activos en el exterior, lo de las cuentas bancarias congeladas, lo del oro venezolano en Inglaterra, lo de los litigios impulsados por una jauría de acreedores para apropiarse de Citgo, y otros escenarios.
En ese contexto, también salpica lo de la Operación Gedeón y otros escándalos cuyo foco fue la corrupción denunciada por tirios y troyanos. En todo esto, por supuesto que Guaidó no es el único responsable, pero también puede decirse que unos son más responsables que otros en las diversas pifias, baches, lunares y desviaciones de un interinato que, por cierto, es de naturaleza inédita, creo yo, en toda la historia política de Latinoamérica.
A todas estas, una exhaustiva reflexión sobre ese ciclo político del interinato no se ha presentado. Ahorita solo se escucha la metralla en lo interno de la oposición, y si supieran que la Venezuela de a pie ni le para a ese tema.
Por supuesto que Maduro esta hecho risas, pero por otro lado también pudiera tener preocupación: ¿será este el final también del estancamiento en que ha caído la lucha opositora en estos últimos tres años?
Maduro puede tener motivos para preocuparse o, como unos dicen, ya puede estar confiado en que todas las amenazas se han disipado y puede ir a buscar su oro y reclamar su Citgo. Hay mucha tela que cortar todavía, señor Maduro, y no se afane en celebrar tanto.
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Venezuela es un cuero seco, dijo alguna vez un experto en cuero seco, como lo fue Cipriano Castro, el Cabito, y al mejor cazador también se le va la liebre, y a él lo madrugó su compadre Juan Vicente Gómez, y Castro no pudo retornar a Venezuela.
Todo esto del fin del interinato debe dejarle un aprendizaje a los sectores que se oponen al madurismo; debe dejarle un aprendizaje al propio Maduro y su combo; debe dejarle un aprendizaje a los EEUU y a Europa; y, en fin, debe dejarles un aprendizaje a todos los venezolanos.
Y uno de esos aprendizajes es que el mesianismo es enfermizo y deriva en frustración. Otro de los aprendizajes es que la derrota es huérfana. Otro de los aprendizajes es que la soberbia y la deshonestidad aniquila todo proyecto político. Y otro aprendizaje es que, a pesar de este fracaso, hay que levantarse.
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