Aznar, el Cid Campeador; por Simón Boccanegra
Forzosamente debo sustraerme hoy a la política nacional y sus circunstancias porque me convoca lo de la esperpéntica «ocupación» de Perejil por las tropas españolas. ¡Qué Iwo Jima ni qué ocho cuartos! ¡Esto sí es heroismo! ¡Qué epopeya ésta de Perejil -un peñasco deshabitado, situado a 200 metros de la costa marroquí! Aznar «dialoga» con Inglaterra para que devuelva Gibraltar, la última migaja del imperio británico, a España. Ni por asomo se le ocurriría rescatar el peñón a plomo. Pero en Marruecos, donde España posee los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla, sus propios gibraltares, Aznar, con su bigotillo chaplinesco y su mezquina pinta de tinterillo de tribunal o notaría, debe creerse la mera reencarnación de Isabel y Fernando, el nuevo Carlos V, el propio Francisco Pizarro capturando a Atahualpa, Hernán Cortés quemando sus naves… o, tal vez, Francisco Franco entrando en Melilla sobre los cadáveres de miles de «moros». Perejil es tan español como inglesas las Malvinas, pensará Aznar y si la señora Thatcher pudo desafiar a toda América Latina, ¿por qué tendría él que abstenerse ante Marruecos… o el mundo árabe? En fin de cuentas, puede contar con Mr. Bush y la OTAN.