Ballet vinotinto, por Simón Boccanegra
Ahora van a saber los suramericanos cómo juegan fútbol los caribeños. Hasta ahora, lo más próximo de ello que conocían era el fútbol brasilero, que de algún modo es pariente del caribeño, pero el original, el de las meras playas del Caribe, ahora es que lo van a conocer. Anoche nuestro seleccionado nacional bailó a Paraguay, como ya lo había hecho con Uruguay, Chile y Perú. Bastó la presencia de un gran conductor, Richard Páez, para que la magia de la cintura mulata del Caribe, se pudiera desplegar en todo su esplendor. El preciso y precioso juego de conjunto, la incisiva penetración en el área contraria -que no fue reflejada por un marcador que se quedó corto-, la agilidad del dribling, que sólo los pies de bailadores de salsa pueden tener, el espíritu de ganadores que ha insuflado Richard en sus muchachos, brillaron anoche con especial fulgor. La vinotinto anoche nos llenó de orgullo, pero de un orgullo conmovido y dulce, que es el que produce la hazaña de aquel que siempre fue visto como la «sopa» de los demás, el seguro ocupante del último lugar, el destinatario de todas las goleadas. Bueno, se acabó. Ahora hay fútbol venezolano. Y todavía no hemos visto nada.