Bastiones del cooperativismo venezolano, por Nelson Freitez
Twitter: @nefreitez
Digámoslo de entrada, en el cooperativismo venezolano aún reside uno de los movimientos sociales de mayor continuidad e identidad en la Venezuela extraviada del siglo XXI. No existe otro movimiento social en el país cuyos integrantes convirtieran durante décadas ininterrumpidas el activismo en su seno como su proyecto de vida.
Desde comienzos de los años 60 del siglo pasado comenzó una construcción de organizaciones cooperativas, que con significativos altibajos derivados sobre todo de intervenciones gubernamentales perniciosas, ha continuado en estas seis décadas. Incluso atravesando, diríamos con importantes grados de dignidad y autonomía, el deslave social impuesto por el control estatal y político de la élite en el poder a toda forma de organización social en el país.
El cooperativismo que se ha desarrollado en algunas regiones de Venezuela ha demostrado, en ciertas escalas y actividades de servicios y producción, la existencia de un paía no dependiente del Estado y del rentismo petrolero.
Evidenciando, por una parte, una persistente iniciativa económica asociativa que aún está presente en sectores sociales excluidos y, por otra, la búsqueda de formas de asociación que trascienden el modelo de empresa privada y estatal, con alternativas de gestión eficiente y participativa, basadas en una integración económica y social entre cooperativas y sustentada en la distribución equitativa de sus excedentes.
Esta búsqueda que se nutrió de lo mejor del pensamiento crítico venezolano de fines de los años 60 y 70 del siglo pasado, encontró en las trayectorias fecundas de dos baluartes de las ideas y la práctica cooperativa, un caudal de valiosos aportes a la construcción referida. Habló de dos seres lúcidos y comprometidos, Teófilo Ugalde y Luis Delgado Bello, los cuales como parte de grupos de reflexión-acción en distintas partes del país, contribuyeron enormemente a perfilar modos de desarrollo y fortalecimiento del cooperativismo venezolano.
En primer lugar, apostaron a que el cooperativismo debía incorporar elementos culturales de nuestra realidad social, para potenciar la solidaridad y la disposición a convertir nuestra acendrada motivación afiliativa, en la principal «dinámica de relación» entre los grupos cooperativos y entre las cooperativas. De allí se derivó la crítica al modelo europeo de cooperativas jerárquicas y concebidas solo como empresas generadoras de excedentes. Acompañaron intensamente los procesos de desdibujamiento de jerarquías, propiciando la mayor participación y contribuyendo a generar procesos de mayor integración humana y gestión asociada.
En segundo término, pregonaron que el cooperativo debía basarse en esfuerzos propios y en el aporte de sus afiliados, para con base en el trabajo y la gestión compartida, generar bienes y servicios requeridos y distribuir equitativamente los excedentes producidos.
No perdieron oportunidad de apuntar que la saturación de financiamiento gubernamental siempre dislocó y corrompió las asociaciones, por lo que acompañaron el fortalecimiento de cooperativas que se fueron haciendo cada vez más autónomas en la medida que menos dependieron de tóxicos créditos oficiales.
Asimismo, estos seres propiciaron la educación cooperativa como el espacio cotidiano de reflexión-acción-reflexión, en el cual la evaluación personal y colectiva del contexto y de los valores de las personas, propiciaba el enriquecimiento de nuevas prácticas sociales y contribuía a la transformación cultural de personas, grupos y asociaciones.
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Y, su constancia por décadas, su vocación infinita de servicio, su actuación cotidiana basada en valores y coherencia, les hizo ser respetados y admirados por ese amplio mundo cooperativo venezolano. Hoy que han partido, su memoria, su ejemplo, sigue inspirando la vida de quienes desde la acción cooperativa construyen la Venezuela del presente que prefigura mejores futuros posibles.
Nelson Freitez Amaro es cooperativista. Sociólogo y Doctor en Estudios del Desarrollo (Cendes-UCV).
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