Biografía de Maracaibo, por Ángel R. Lombardi Boscán
Libros como éste son dañinos a la salud histórica de los venezolanos y particularmente de los zulianos. «Biografía de Maracaibo» es del año 1986. Y quién la escribió fue un político vinculado al partido URD del siglo XX pasado caracterizado por la versatilidad de su accionar público: ostentó el cargo de ministro, embajador, profesor universitario y periodista.
Quizás por ésta dispersión sus talentos sean también muy dispares en la calidad de su propuesta intelectual. Nacido en Maracaibo quiso ser su historiador y lo que aquí ofrece no es historia sino fantasía o literatura aunque muy rupestre.
Alfredo Tarre Murzi (1919-2002) tiene una concepción de la Historia como la de un patriota exaltado.
Y recordemos que el patriotismo es el territorio de gente muy obtusa. “El patriotismo es el último refugio de un canalla”. Samuel Johnson (1709-1784). ¿Por qué decimos esto? Porque en su libro el análisis histórico es tan superficial que ese tipo de historia moralista ya es algo extemporáneo y contraproducente. Sanín, así firmaba sus columnas en El Nacional, reduce la historia a dos bandos: los buenos y los malos. El cuento infantil para adultos.
Cuando estudia el período de la República que corresponde a los años de la Independencia (1810-1823) los capítulos primeros son referentes a: Los Patriotas, gente buena y abnegada, casi unos ángeles celestiales, con un sólo propósito: obtener el «soplo de la libertad». José Francisco Pirela (1770-1800), Rafael Urdaneta (1788-1845) y Simón Bolívar (1783-1830) encabezan el desfile solemne de los héroes sin tacha.
Tarre Murzi quedó atrapado en el pantano cenagoso que desde Juan Besson (1881-1951) hasta el día de hoy los historiadores zulianos vienen repitiendo sin cesar: que la Provincia de Maracaibo estuvo en la «resistencia» contra los pérfidos españoles.
Que hubo un movimiento patriótico que hizo que los maracaiberos o marabinos estuviesen alineados con los caraqueños, orientales, andinos y llaneros quienes a la postre vencerían en Carabobo el 24 de junio de 1821. Y esto no es cierto.
Maracaibo no sólo fue una provincia realista furibunda sino cabeza de la contrarrevolución al lado de Coro y Guayana desde el año 1810. El último Capitán General de Venezuela no fue Vicente Emparan (1747-1820) sino el canario Francisco Tomás Morales (1781-1845) quién firmó la capitulación final en Maracaibo en 1823. Así que para Tarre Murzi habían sólo dos bandos: los patriotas y realistas. Los primeros como parteros de la nueva nacionalidad venezolana y los segundos representantes de una maldad espiritual como portavoces de una España despótica. Este imaginario instalado en el subconsciente colectivo nos ha enajenado colectivamente. El libreto de «Venezuela Heroica» (1881) de Eduardo Blanco (1839-1912) al desnudo.
Hoy sabemos que los bandos en nuestra Emancipación se intercambiaban de acuerdo a la fortuna en la guerra y que la ideología libertadora sólo estuvo militando en muy pocas personas y que la mayoría de la población fue indiferente al estruendo social de la llamarada revolucionaria, además, esa población era abismalmente analfabeta y pobre.
Que al Rey y a la Iglesia católica, con todos sus denuestos, se le quería mucho más que a la “Diablocracia” de Bolívar y sus secuaces.
El principal énfasis de éste autor, y no faltaba menos, corresponde a la Batalla Naval del Lago de Maracaibo (24 de julio de 1823) que pone punto final a nuestra sangrienta Independencia. Tarre Murzi dice erradamente que éste encuentro naval se libró en el Lago de Maracaibo porque nuestro puerto fue el más importante del país. Mejores puertos siempre fueron los de Puerto Cabello y La Guaira con bastante diferencia. El de Maracaibo era muy malo por sus bajos fondos como ya lo había advertido José Domingo Rus, diputado de la Provincia de Maracaibo ante las Cortes de Cádiz en 1812, y el primer artífice en presentar las claves del regionalismo zuliano sobre una propuesta autonomista.
“La boca del lago era como un dogal puesto en el cuello de la patria. La aprovecharon los dominadores durante trescientos años para impedir que Maracaibo respirara el aire del mar”. Es complicado descifrar esto. La entrada del Lago de Maracaibo es un canal muy estrecho delineado por la geografía a través de la mano de Dios. Los hispánicos nunca impidieron que Maracaibo “respirara el aire del mar”. Además, luego de Carabobo, hubo una audaz contraofensiva realista en el año 1822 por parte de Morales hacia el Occidente aprovechando la ausencia de Bolívar que ya estaba organizando la campaña para liberar el Virreinato del Perú.
De ésta forma Tarre Murzi nos prepara para dar sus impresiones sobre la batalla naval. Lo primero que hace es denigrar de Francisco Tomás Morales y exaltar al Almirante Ángel Laborde (1772-1834) haciendo énfasis en la tesis del hombre bueno y malo. Laborde es pintado como el rival diestro y honorable de Padilla acreedor de una formidable fuerza militar. “Ángel Laborde era un oficial de marina muy instruido y valiente. Formado en la península, había navegado el Caribe desde La Habana y tenía mucha experiencia en el oficio y no poca reputación como servidor del Rey, apto y aguerrido.
Laborde había salido de Cuba hacia Maracaibo con más de 1600 hombres, entre oficiales, comandantes de buques, pilotos y prácticos, en un total de quince buques en la escuadra principal realista. Laborde traía, además, mucho dinero, casi sesenta mil pesos en monedas de oro. La autoridad hispana en Cuba no había escatimado esfuerzos y recursos económicos en el intento de conservar a Maracaibo, como un bastión colonial en Venezuela”.
Los historiadores muchas veces, sobretodo, los más imprudentes: lo que no saben, se lo inventan. Tarre Murzi, asumimos que de buena fe, pinta un cuadro grandilocuente en torno a un encuentro naval que fue muy modesto. En primer lugar Laborde y Padilla estaban arruinados. Sus flotillas eran básicamente: “Fuerzas Sutiles”, es decir, flecheras, piraguas, bongos y faluchos que apenas podían albergar un cañoncito de muy bajo calibre o ninguno.
Los grandes navíos que nos han hecho creer que participaron en la Batalla Naval del Lago no fueron tales porque el ingreso por la barra o canal al interior del lago era un impedimento por sus muy bajas profundidades que no pasaban de los 4.5 mts. Una vez más la fantasía pictórica acude en sustitución de la realidad. Por otro lado esos 1600 hombres es una cifra un tanto exagerada y de que traía mucho dinero otro infundio indemostrable. Son unánimes los testimonios del propio Laborde señalando la precariedad de los medios con los cuáles contaba.
No está demás decir que Tarre Murzi se recrea lo acontecido en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo siguiendo el estilo rimbombante de Eduardo Blanco poniendo en la boca del Almirante José Prudencio Padilla (1784-1828) palabras que seguramente nunca las dijo. La supuesta arenga de Padilla es de éste tenor: “A todos los jefes, oficiales y tropas de la escuadra a mi mando. Compañeros: la puerta del honor está abierta: el enemigo nos ataca y nosotros le esperamos. ¿Qué mayor gloria podríamos esperar? Superior es su fuerza: de nosotros el valor y la decisión. ¿Le temeremos? ¡No! Ni el General Padilla, ni los bravos que tiene el honor de mandar, vacilarán jamás al ver al enemigo a su frente, sino por el contrario, ansían porque llegue ese momento. Colombianos: ¡morir o ser libres!”.
Moral y cívica era antes una materia que se impartía en nuestros liceos y a esto Tarre Murzi redujo la historia. Una historia de luces y sombras con apenas interpretación seria contrastada documentalmente. Y esto se sigue repitiendo en nuestras escuelas. La historia como ficción y sin emoción.
Tarre Murzi calla hechos controversiales como que al Almirante Padilla, de origen neogranadino, haya sido fusilado por orden de Simón Bolívar en el año 1828 por traidor al considerársele uno de los cabecillas en el magnicidio ocurrido en Bogotá contra el caraqueño. Algo que por cierto nunca se ha probado. Así que la “Biografía de Maracaibo” de Alfredo Tarre Murzi es un texto que hay que leer con mucha precaución.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ