Bolívar soy yo, por Simón Boccanegra
Hay una película llamada así, del colombiano Jorge Alí Triana, y de gran éxito en nuestros países, que narra en estilo tragicómico las desvaríos de un tal Robinson Díaz quien termina encabezando en un caballo blanco el desfile organizado para conmemorar la independencia, bajo la convicción de que él es en verdad el Libertador. Fuera del cine, se sabe que el filme trata de ser fiel a la representación en la vida real del artista Pedro Montoya, quien después de actuar como Simón Bolívar en varias series empezó a ser tratado como el mítico héroe venezolano. Pues, algo de eso pudimos apreciar el pasado lunes con el arribo «sorpresivo» al país de Chacumbele y de su show en cadena nacional, donde se mostró en el «balcón del pueblo», no tanto para recoger la lástima de sus seguidores, sino para narrar la epopeya de su batalla contra el cáncer. Tras contar detalles de su dolencia cuando llegó a La Habana, y de cómo el doctor Fidel le auscultó y prácticamente le diagnosticó el origen de su padecimiento, Chávez invocó a un Dios que tenía olvidado en el desván de sus héroes, para luego someter al país del tormento de sensibilizarnos con esta batalla que tiene por delante. A ratos, semejaba al actor de la película colombiana mencionando batallas y guerras por librar, como si el mismo Simón Bolívar estuviera ahí, en el balcón del pueblo, echándonos el cuento del Paso de los Andes o de cualquiera de otras escaramuzas en las que salieron victoriosas las fuerzas patrióticas. Este humilde minicronista estima que, pasados los fastos de su retorno triunfal de Cuba y ya finalizados los actos oficiales del Bicentenario, el Presidente debería seguir ahora los consejos de los médicos y no abusar de su organismo aún debilitado. Y de su mente y sobre todo de su afiebrada imaginación. Por el bien de la patria.