Bolivia en su laberinto
La situación de Bolivia es muy compleja y habría que cuidarse de hacer extrapolaciones superficiales entre lo que allá acontece y nuestras peripecias venezolanas. Pero la dramática crisis boliviana se complica mucho más por la injerencia de factores ajenos a ella.
Por un lado, los gringos, de los cuales es difícil dudar que, por regla de juego, no tengan sus manos metidas en el conflicto; por el otro, Chacumbele, que, con su característica arrogancia y falta de sesos, se está entrometiendo desde la propia elección de Evo. Una cosa es la solidaridad y otra la intromisión. A algunos amigos bolivianos del MAS les advertí hace muchos meses que Chávez iba a perjudicarlos mucho más de lo que los ayudaría. Dicho y hecho. Son los mismos errores de siempre (sobreestimación propia y subestimación del enemigo que tanto se denuncia, ultraizquierdismo), pero cometidos esta vez con una torpeza propia de aficionados.
Para jugar en las Grandes Ligas hay que ser, ante todo, un grandeliga. Chacumbele difícilmente haría el grado en Los Criollitos. De sus últimas declaraciones, dirigidas a las Fuerzas Armadas de Bolivia, se puede decir, parafraseando a Napoleón, que más que un error constituyen una estupidez.
Colocaron a Evo ante la necesidad de pedirle, primero a su comandante de las Fuerzas Armadas, que le recordara a Chávez que Bolivia es tan soberana como Venezuela y, luego, a su propio ministro de la Defensa –vista la insistencia de Chacumbele en hablar como «protector» de Bolivia–, que le aclarara que los problemas bolivianos los resolverán los bolivianos.
Ojalá que la reunión de Unasur, ayer en Chile, facilite una acción mediadora de los países suramericanos y ayude a crear un clima de negociación entre las partes, que permita romper el empate catastrófico de hoy. Pero, eso sí, pidiéndole a los metiches de todas partes que saquen sus manos de Bolivia.
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