Bombardeo reptiloide, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Que el régimen insulte, persiga y encarcele periodistas y activistas defensores de los derechos humanos no es nada inusual ni desconocido desde hace años entre nosotros. En el caso de medios y periodistas, desde que el difuntísimo caudillo declaró a los primeros como «el principal escollo de la revolución# y emplazó a los segundos a autoaplicarse «una revolución ética». Algo que a él, obviamente, le sobraba.
Pero, que sean periodistas los que se dediquen a instigar a los militares para que hagan víctimas de sus violadoras acciones represivas a sus colegas y a actores sociales, además de justificarlas por el aparataje mediático, hegemónico y aplastante del Estado, indica que se ha descendido a niveles de degradación francamente impensables.
Acaba de ocurrir hace unos pocos días con los sucesos de La Victoria, Apure, donde las Fuerzas Armadas venezolanas efectuaron un bombardeo aéreo contra guerrilleros de una facción disidente de las FARC colombianas, enfrentada, según ha trascendido, a la que dirigen Iván Márquez e Iván Santrich, desde hace años favoritos del régimen venezolano.
La acción bélica dejó muertes no solo entre militares e irregulares sino también entre civiles y obligó al desplazamiento de unas 3.000 personas al lado colombiano, creando una nueva crisis humanitaria en la línea fronteriza.
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El mensaje quedó bastante claro. La guerrilla de nuestros amigos, haga lo que haga, trafique lo que trafique, es bienvenida a territorio venezolano. Está en su casa. Las otras llevarán por todos los flancos una nutrida ración de plomo. Y los civiles que se las arreglen. Lo mismo que rige para el resto de los venezolanos.
Fue a esa zona adonde llegaron dos reporteros de la televisora colombiana NTN24 y dos miembros de la ONG Fundaredes. No tenían nada que esconder, no pretendieron entrar subrepticiamente. Antes bien, al llegar a la población de La Victoria se dirigieron al comando de la GNB «a solicitar protección y apoyo logístico».
El buen trato inicial dado por el jefe del comando cambió cuando una reportera de Telesur entró en escena acompañada por un coronel y «nos reconoció como reporteros de NTN24». «Nos hicieron entrar al comando. Nos despojaron de equipos y celulares, nos hicieron fotos de detenidos con y sin un backing de la GNB y nos incomunicaron totalmente por más de 24 horas. Jamás nos aclararon si habíamos cometido un delito ni nos precisaron», relató el fotoperiodista Rafael Hernández.
Fueron increpados por «periodistas» del Ceofanb ante las cámaras y de un medio oficialista. Sus equipos de prensa jamás fueron devueltos y, después de dormir en el suelo, fueron liberados a las 5 de la tarde del otro día en una plaza. Nunca se les dijo de qué se les acusaba.
Para los articulistas de uno de los numerosos medios digitales financiados por el régimen, como La Iguana, no existe nada parecido a prensa libre o a defensores de derechos humanos. Todos «se proyectan como lo que son en sentido estricto: agentes hostiles al gobierno de Venezuela, parte inseparable de las fuerzas beligerantes».
A partir de allí, el régimen chavista incurso en casos de prisiones, crímenes y torturas ampliamente documentados y mundialmente denunciados, nada menos que por la propia ONU, tendría evidentemente luz verde para arrasar con todo lo que quede señalado como «al servicio de la estrategia imperial».
Lo triste es que entre quienes ahora, obcecada y servilmente, no ven sino enemigos de un régimen impoluto e inocente de la gran tragedia venezolana de estos 20 años, haya periodistas que se formaron y ejercieron el periodismo informativo y de opinión a sus anchas, desempeñaron cargos de jefaturas en medios privados con posiciones críticas ante ejecutorias de gobiernos democráticos. Más aún, se lucraron de la publicidad oficial de entonces para los medios que ellos crearon.
En la prensa libre y las onegés no ven sino negocios. Todas, bajo ese criterio, deberían desaparecer para que reine la voz única y los desmanes sin control de los jerarcas revolucionarios, ajenos por supuesto a negociados como los del Arco Minero, el tráfico con las bolsas del CLAP, la venta de Pdvsa como chatarra, la entrega incondicional al régimen cubano y una lista interminable de robos y megacorruptelas que dejaron en bancarrota al país. Nada de eso existe ni es condenable para ese medio con nombre de reptil. Y, créanlo, vaya si le va bien.
Gregorio Salazar es Periodista. Exsecretario general del SNTP.
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