¡Bravo Nixon!, por Simón Boccanegra
Se escapó Nixon Moreno. Era inevitable que ocurriera.
Conociéndolo, era difícil imaginarlo calándose pacientemente los años que el gobierno se proponía mantenerlo «preso» en la Nunciatura. Nixon era un «preso» político y ahora es un perseguido político. Pero está libre. Bravo por él.
A este joven dirigente estudiantil de la Universidad de Los Andes se le ha sometido a una retaliación miserable (que define la calaña moral de sus perseguidores), acusándolo de haber intentado la violación de una agente policial del estado Mérida durante el desarrollo de una manifestación estudiantil ¡que dirigía el propio Nixon!
La acusación no sólo es insostenible por las propias circunstancias del contexto -una manifestación de estudiantes-, dentro del cual se habría producido el intento de violación, sino por los centenares de testimonios que aseguran la imposibilidad de que el dirigente estudiantil estuviera en el sitio del supuesto hecho, puesto que se encontraba junto con sus compañeros, haciendo frente a la Guardia Nacional, de cuyos perdigones no pudo escapar, requiriendo su cara tratamiento médico en el hospital de la ULA. A lo cual habría que agregar las declaraciones contradictorias y confusas de la supuesta agraviada. Pero a Nixon se la tenían jurada.
El movimiento estudiantil que lideriza, el 13 de marzo, había derrotado al oficialismo (cuyo candidato entonces, Tarek El Aissami, es hoy ministro de Relaciones Interiores) y desde entonces entre los estudiantes de la ULA el oficialismo es una minoría «abrumadora».
Víctima de una injusticia canallesca y de una persecución implacable, pudo refugiarse en la Nunciatura, pero no contaba con la saña y la absoluta falta de nobleza de sus perseguidores, de modo que tras dos años de reclusión en la sede vaticana y convencido de que esta gente es incapaz de respetar las convenciones Latinoamericanas en materia de asilo, se fue pa’l carajo. ¡Buena suerte, Nixon!
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