Brújula enloquecida, por Simón Boccanegra
Este hombre está enfermo. Ya no sabe ni lo que dice. Hablaba del paro como si éste no se hubiera producido ya. «A Venezuela no la para nadie» y todo el país estaba paralizado. Acusaba de «cobardes» a los dirigentes empresariales y olvidaba que en su «humilde hoja de vida», como la califica, muchos de sus compañeros del 4F no habrían descrito propiamente como valiente su comportamiento aquel día. Acusó de chantajistas a unos supuestos patronos que amenazaron con despedir a unos no menos supuestos obreros que querían trabajar y, sin solución de continuidad, pasó a relatar su conversación con un banquero al cual amenazó con retirarle los depósitos del Gobierno, y recordó a los contratistas de obras públicas que no habría contratos si se sumaban al paro. El propio cachicamo diciéndole conchudo al morrocoy. Ni cuenta se dio de que habló de sí mismo como de un extorsionador. De tan candoroso ni siquiera resultaba cínico. Sencillamente tiene perdidos los papeles. Es lo que dicen todos sus compañeros del golpe: en los momentos difíciles pistonea.