Buenas noticias, por Aglaya Kinzbruner
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Cuando Sara cumplió noventa años y le estaban cantando el Happy Birthday, se le acercó un ángel y le dijo que iba a tener un hijo de su marido Abrahán que tenía cien. ¿Y qué hizo la venerable matriarca? Lógicamente se echó a reír. Pues por muchos siglos después de este importante acontecimiento los ángeles siguieron anunciando otros embarazos. Este tipo de circunstancias siguió por un tiempo hasta que surgieron los gíneco/obstetras en el siglo XIX, que se encargaron de ahí en adelante de dar las buenas noticias.
Las funciones y quienes las ostentaban han ido cambiando con los tiempos. En un comienzo había reyes, quizás primeros ministros y en muy pocas ocasiones un parlamento. Los ingleses se sienten muy orgullosos de tener una de las monarquías parlamentarias más antiguas de Europa. Sin embargo, hoy en día la mayoría de las monarquías lucen absolutamente obsoletas.
El rey de Inglaterra actual, Carlos III, se casó con su antigua amante con la cual sostuvo un romance tan intenso que dio paso al escándalo llamado el Tampongate cuando confesó en una llamada que fue grabada, documentada y comunicada en la cual manifestaba que como un Tampax deseaba pasar la vida entre sus piernas. Quizás por eso dicen que ¡el amor es ciego! ¡Porque Camilla es lo más parecido a una yegua en forma humana! De alguna forma este escándalo causó con el tiempo la muerte de su ya separada primera esposa, Diana.
No es que los reyes no tengan derecho a tener su propia vida privada pero eso es, a todas vistas, imposible. En un mundo como el moderno dónde todo se sabe por las redes, la simple dimensión de discreción en estos casos es inexistente. No se le puede pedir eso a una sociedad que se alimenta por igual de recetas de cocina como de escándalos que ruedan libres y sin tapujos por los modernos sistemas de comunicación.
Y leer sobre unos señores que viven con tantos privilegios, tanto dinero y hacen lo que les da la real gana no es asunto que haga feliz a una sociedad que no se conforma con tener unos monigotes en un trono que solamente pueden ofrecer que no se van a poner los dedos en la nariz ni echar parmesano al arroz chino frito.
Porque si se trata de un buen discurso, una rueda de prensa apropiada, para eso está ChatGpt, que, seguramente hará un trabajo mucho mejor. Indudablemente habría hecho un papel mejor que Kamala Harris que se murió de la risa ante la posibilidad que migrantes ilegales haitianos hubiesen saciado su hambre con perros y gatos. Tenemos noticias para usted, Kamala. Hay una laguna en el Zulia, llamada Las Peonías donde hacen vida lacustre unos hermosos flamencos/flamingos. Pues los aldeanos se dirigen hacia allí frecuentemente con chinas y otras armas sofisticadas y hacen su agosto con flamencos y cuervos, los despellejan in situ, y se los meriendan con entusiasmo. ¡Lo que hace el hambre!
Entendemos que el Sr. Trump se haya molestado por el apoyo de Taylor Swift a Kamala, pero, en todo caso, Taylor Swift no es famosa por su inteligencia. En cuanto a Kamala obviamente carece tanto de belleza como de inteligencia. Sólo la salva o quizás no, lo que llaman su cackle, una forma de reír muy parecida a un cacarear de gallina.
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Pensar que los Estados Unidos ha tenido presidentes como Ronald Reagan, Bush padre, Eisenhower tiempo atrás. Hasta Clinton no fue tan malo, por lo menos entendió a fondo la importancia de la economía. Sí tuvo su pequeño desliz pero obviamente fue menos lanzado. Diríamos que el impulso irresistible nació de una figura femenina, en todo caso ¡Cherché la femme!
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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