Burros y cacheteras, por Teodoro Petkoff
En el lenguaje que su Comandante en Jefe ya ha hecho proverbial, el general Gustavo Rangel Briceño, minpopodefensa, calificó de «burros» y «cobardes» a aquellos oficiales que aducen ser «institucionalistas». Les deseó que «algún día vean la realidad» –tal como él mismo la vio, allá por el 2004, cuando de militar «institucionalista» se transformó en ferviente «revolucionario», una vez que un rayo lo iluminó y supo, al fin, de qué está empedrado el camino de los ascensos, y lo tomó, porque por el meritocrático, si nos atenemos al galimatías que armó tratando de explicar eso de los militares-políticos, no parece Rangel el más indicado para evaluar el coeficiente intelectual de sus colegas. Rangel pide que los oficiales asuman explícitamente un compromiso partidista con el movimiento político del Presidente. Quiere una Fuerza Armada de partido. «Bolivariana», como pretendía bautizarla Chacumbele con su reforma constitucional, en el entendido de que al término «bolivariano» le hayan acuñado la connotación de » c h a v i s t a » .
Fuerza Armada B o l i v a r i a n a equivaldría, en la práctica, a los ojos del país y de los propios militares, a Fuerza Armada Chavista. De modo que «cortésmente» les pide a los oficiales que no estén dispuestos a hacer lo que él hizo, es decir, a «ver la realidad», que se vayan de la FAN. De no hacerlo, ya se encargará el Ministro de mandarlos para su casa, sin mando ni cargo, tal como están hoy unos 800 oficiales y suboficiales.
¿Cómo queda la Bicha en todo esto? Aunque, por ahora, eso le importa un carajo a ese general, es bueno que sepa, de todos modos, que está colocado en un terreno claramente anticonstitucional. Es decir, con su discurso está cometiendo un delito de lesa Constitución. Ésta es muy clara en su Artículo 328: «La FAN constituye una institución (¡una Institución, Rangel, una ins-ti-tución!) esencialmente profesional, sin militancia política (¡sin militancia política, Rangel, sin militancia política!)… al servicio exclusivo de la Nación (¡de la Nación, Rangel, de la Nación!), y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna (¡en ningún caso, Rangel, léalo bien, en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna»). La Constitución, general Rangel, define a la FAN en esos términos para dejar muy diáfano que hace mucho tiempo la sociedad venezolana dejó atrás esa visión primitiva y brutal de la fuerza armada, como mesnada al servicio de una persona. Eso fue en nuestro siglo XIX y hasta Gómez.
De ahí en adelante, el proceso civilizatorio y democratizador del país fue dando trabajosamente a la FAN, con altos y bajos, el carácter de institución nacional, al margen del debate propiamente partidista, que estamos obligados a defenderle.
De lo contrario, «general» Rangel, qué sabroso sería hacer política partidista montado en un tanque, frente a una ciudadanía desarmada.