Cabrujas, por Simón Boccanegra
Hay gente a la cual, aunque físicamente desaparecida, uno no deja de recordarla, y no sólo en sus aniversarios de nacimiento o muerte. Importaron tanto en nuestras vidas que casi a cada rato se nos instalan de manera amable en la mente. Es imposible olvidarlos. Una de esas personas es José Ignacio Cabrujas, quien el pasado jueves, 21 de octubre, cumplió nueve años de muerto.
Es raro el día en que su figura bonachona, su voz ronca y aquella inteligencia privilegiada no nos asalten la memoria.Para algunos de sus amigos y lectores, tanto o más que el dramaturgo de El día que me quieras, es el penetrante cronista de lo cotidiano, que no por ello intrascendente, quien cojeando con su bastón, entra silenciosamente en nuestros pensamientos.Porque casi no ocurre nada en este país, sobre todo en lo político, frente a lo cual no nos preguntemos qué habría dicho José Ignacio de ello.
¿Cómo habría despellejado, por mencionar sólo un ejemplo, un Aló Presidente? ¿Qué comentarios le habrían merecido a Cabrujas algunas conductas de la oposición? ¿Qué habría escrito de la miserable sentencia que más que absolver a su verdugo condenó a Linda Loaiza? Nada humano le era ajeno. Inolvidable es aquella “carta” a Padrón Panza “renunciando” a ese otro “seis por ciento histórico” que era el de la fanaticada de los Tiburones. ¡Ah mundo, José Ignacio!