Cada cabeza es un mundo, por Simón Boccanegra
Este minicronista, por esas cosas de que perro que come manteca mete la lengua en tapara, el 12 de abril del año pasado estuvo en una reunión donde varios parlamentarios del MVR planeaban su aceptación a la salida de Chávez como solución a la crisis política. Por pura casualidad volví a ver a varios de ellos pocas horas después, ya producido el carmonazo y habidas las detenciones abusivas de Tarek y Rodríguez Chacín. Uno de los diputados, amigo de viejas correrías electorales, me dijo, muerto de la arrechera: «Si eso es lo que viene, prefiero morir con los míos», y se devolvió. No sé si la moraleja necesita ser explicitada, pero como hay tanto bruto por ahí mejor lo hago. «Si no hay vida después de Chávez pues entonces, aunque ya no estoy de acuerdo con él en casi nada, haré todo lo posible para que siga mandando, porque en eso me va la vida». Eso fue lo que me dijo, sin decirlo, mi amigo el diputado chavista. Y, por cierto, seguramente no pensaba sólo en su vida política sino en su vida a secas, sin apellido. Ya para entonces era sabido que en el MVR existían serias desaveniencias internas. Chávez dice que eso es «traición», porque no entiende la política sino como lealtad al líder, no a los principios.