Caída del poder adquisitivo en Venezuela no se detiene ni en cuarentena
Con unos precios de productos alimenticios y del dólar que han aumentado más del doble desde que se inició la cuarentena en el país, el poder adquisitivo de los venezolanos sigue perdiendo la batalla frente a la hiperinflación y la devaluación
El poder de compra de los venezolanos no ha tenido tregua ni en cuarentena. La caída del ingreso real de los venezolanos se aceleró durante los casi dos meses de paralización de actividades laborales y educativas decretada para evitar la propagación del coronavirus.
Un importante incremento que duplicó los precios de los bienes, especialmente, de los productos alimenticios y del dólar tanto oficial como paralelo desde que comenzó la cuarentena a mediados de marzo, afectaron de manera significativa el poder adquisitivo. Pero otro factor irrumpió en estos días de distanciamiento social, la escasez de gasolina y su cobro en dólares en un mercado negro de combustible que se ha creado en varios estados del país.
La administración de Nicolás Maduro aumentó recientemente el salario mínimo en 60% al pasar de 250.000 a 400.000 bolívares, mientras que el bono de alimentación pasó de 200.000 a 400.000 bolívares para una variación de 100%. En términos nominales, este porcentaje de incremento luce satisfactorio, pero medido en dólares deja mucho que desear.
De acuerdo al resultado del tipo de cambio oficial el día del anuncio de aumento salarial el pasado 27 de abril de 170.342,68 bolívares por dólar, el sueldo integral (salario mínimo más bono de alimentación) pasó de 3,8 (Bs. 650.000) a 4,6 dólares (Bs.800.000).
Cálculos de algunos analistas indican que la desvalorización real del salario integral es de 23%. Esto tomando en cuenta que desde que se inició la cuarentena el pasado 16 de marzo el dólar oficial muestra un alza de 132% hasta la fecha, la divisa en el mercado paralelo aumentó 119% y con una tasa acumulada de inflación en el primer trimestre de 124%.
Esto sin contar con que el pasado 27 de abril, día del anuncio del alza salarial, la divisa subió a Bs. 194.936,77 y hasta Bs. 200.000 unos días después. Aunque en las últimas semanas de marzo y comienzos de mayo, su cotización ha experimentado una cierta baja y el Ministerio de Comercio publicó una lista de 27 rubros con precios regulados, tanto la devaluación como la inflación sigue impactando fuertemente el poder de compra de los venezolanos.
Por otra parte, debido a esa variación importante del dólar, se espera que en abril la tasa de inflación vuelva a repuntar. De acuerdo a la consultora Ecoanalítica, durante este mes los precios aumentaron 58% en promedio y, solo en el rubro alimentos fue de 80%.
La cuarentena paraliza la actividad productiva y conlleva a una recesión más profunda para el país, los precios de las materias primas disminuyen, hay una merma en las exportaciones petroleras y no tradicionales y un caída en las remesas, por lo que el salario ligado a la productividad aún es un sueño lejano para Venezuela.
Urbi Garay, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), sostiene que durante la cuarentena cayeron los ingresos de la mayoría de la población debido a la inactividad económica (cierre de comercios, oficinas, fábricas, entre otros) y agravado por la escasez de gasolina.
Explica que la caída de los ingresos petroleros hace prever un futuro aún más sombrío para el país. Y esta situación toma a la población desprevenida después de una caída récord de más de 65% del Producto Interno Bruto per cápita y mucho mayor del salario mínimo desde 2014.
«Además, la fuerte depreciación del bolívar desde mediados de marzo hace prever una fuerte caída adicional de los salarios reales al acelerarse la inflación. El reciente aumento del salario mínimo para nada ha compensado la fortísima caída que arrastra desde 2014», destacó Garay.
El bolívar ha perdido tanto valor que su billete de más alta denominación, el de Bs. 50.000, no alcanza para pagar un café negro de panadería y mucho menos para comprar un dólar.
La moneda venezolana ha perdido valor en los últimos 20 años, a la par de que el país ha sufrido la contracción de su economía y un proceso inflacionario que en 2018 se convirtió en hiperinflación.
El bolívar pasó además por dos procesos de reconversión monetaria. En 2008 se le eliminó tres ceros y pasó a llamarse bolívar fuerte, mientras que a mediados de 2018 le restaron otros cinco ceros con lo que fue rebautizado como bolívar soberano. Hoy ya no tiene apellido, como si se tratara de un hijo del que su padre se avergüenza. A pesar de ello, la capacidad de compra de la moneda venezolana sigue mermando.
José Guerra, diputado de la Asamblea Nacional, señala que la remuneración fluctúa al compás de la devaluación del bolívar y éste, refleja una clara tendencia a la depreciación, debido a la combinación de dos elementos.
Por una parte, indica que el apetito por divisas de los venezolanos que tienen superávit de bolívares y no desean que la hiperinflación le diluya su patrimonio y, por ello se refugian en el dólar; y por la otra, la emisión descontrolada de bolívares por parte del Banco Central de Venezuela (BCV) para financiar a un Fisco que se le acabaron las fuentes genuinas de emisión de dinero y, por tanto, debe recurrir al expediente de la emisión inorgánica.
«No ha habido un aumento de salario real desde hace muchos años, lo que hay son muchos bolívares con menos poder de compra», acota el parlamentario.
Destaca que hay un factor que no se debe obviar en el análisis de la depauperación de los salarios en Venezuela, y es el hecho que el consumo representa aproximadamente 70% del PIB y por ende, sin un poder de compra vigoroso, la economía no se va a reactivar.
«En consecuencia, con ese nivel del salario raquítico es imposible que la producción despegue, porque el crecimiento a corto plazo depende de lo que le suceda al consumo privado y éste, a su vez, está estrechamente relacionado con la masa salarial. Por todo lo expuesto, los bajos salarios se erigen como una barrera infranqueable para la reactivación de la actividad económica», sostiene Guerra.
En Venezuela, la economía ha perdido 70% de su tamaño en los últimos seis años, al haber sido afectada por los controles de precios y de cambio, nacionalizaciones, cierre de empresas estatizadas y por la destrucción de la industria petrolera. Todo ello generó escasez de bienes principalmente de alimentos, hiperinflación, devaluación constante y caída de ingresos en bolívares y en divisas.
Varios analistas consideran que se requiere una flexibilización de las leyes laborales y modificar las normativas que impiden que los trabajadores puedan percibir un salario que esté en función de la productividad y así el empleador pueda pagar bonos de productividad sin incidencia laboral.
También siguen siendo necesarias las transferencias directas desde el Ejecutivo nacional, debido a que aún 80% de la población venezolana se encuentra en la línea de la pobreza. Estas transferencias podrán ir disminuyendo a medida que mejore la economía.
José Guerra recordó que en la administración pública hay más de 2,t millones de trabajadores que devengan salario mínimo, al igual que 4,5 millones de pensionados del Seguro Social, en el sector privado apenas 10% de los empleados es remunerado con salario mínimo.
Según cálculos de consultoras, el salario promedio de una muestra de empresas del sector privado antes del último aumento salarial era cinco veces mayor que el del sector público, es decir, Bs. 1,25 millones ó 7,2 dólares. Estos -sin embargo- también ven una merma en su capacidad de compra cuando observan que para adquirir los 27 rubros con precios regulados por el Ministerio de Comercio, deben destinar un poco más Bs. 7,1 millones.