Calma, Hugo, calma; por Simón Boccanegra
Bueno, Hugo, hace una semana dejaste un país crispado y regresas a uno más distendido. Tuviste el sentido común de referirte a los bombardeos de Irak de un modo neutro, no camorrero. Es de suponer que comprendiste que en Arabia Saudita y en Qatar, que no son muy amigos que digamos de Hussein, una declaración tuya de solidaridad con este caballero habría caído pésimamente. Fuiste, pues, prudente. Pórtate igual aquí en tu tierra. No vayas a ser el proverbial elefante en una cristalería. Deja que el viejo Miqui pueda recoger algunos de los vidrios rotos y que la política ocupe el lugar de la trifulca de botiquín. A pesar de lo que el pensamiento mágico de algunos de tus adversarios quiere creer, tu gobierno no se está cayendo, pero, no te engañes, hay demasiados enredos. El país quiere calma, Hugo. Cuando vayas a informar de tu viaje, no aproveches para cazar otra de esas peleas incomprensibles que tanto te gustan y que de revolucionarias no tienen un carajo. No actúes, pues, de modo tal que la gente pueda seguir con la mamaderita de gallo esa de que nos gusta cuando viajas porque estás como ausente.