Carabobo: cuando la Legión Británica se inmoló, por Ángel R. Lombardi Boscán
Sostiene Peter Burke (1937), connotado historiador inglés, que: “Sin imaginación no se puede escribir Historia”. Anatema herético en nuestros predios del infra atraso académico. También agrega, para seguir escandalizando a los beatos metodológicos nuestros, que la historia no puede escribirse desde un punto de vista objetivo, “porqué está escrita por seres humanos”.
Carlos Marx, nunca tuvo simpatía por Bolívar, y supongo que era porque le molestaba del caraqueño sus ínfulas de Napoleón tropicalizado. Además, y en esto fue lapidario, y terriblemente injusto: la Independencia Hispanoamericana (1810-1830) fue un asunto que se logró por la presencia de la “Legión Extranjera”. Marx, europeo, al fin y al cabo, despreciaba a lo no europeo, y también, fue un colonialista a su manera.
Ya hoy sabemos que el aporte de extranjeros, básicamente, británicos, fue crucial, más no decisivo en el triunfo de Carabobo el 24 de junio de 1821. También sabemos que eran mercenarios y que la “causa de la libertad” sólo la entendían si había la respectiva paga o los anhelados ascensos militares, es decir, la obtención de privilegios. El tema es escabroso y prisionero de las telarañas del patrioterismo nuestro que lo encubre y reviste de mito.
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Esta disquisición que estamos haciendo es porque queremos ampliar lo que dice Burke sobre la imaginación en la historia, para agregar, que es el chisme y el rumor, casi siempre malsano y calumnioso, el que alimenta una historia como farándula que también es necesario estudiar.
Pérez Jiménez, militar inteligente, con el gusto por la dictadura, dijo que Bolívar dejó inmolar a los 400 soldados de la Legión Británica en la Batalla de Carabobo, porque ya muertos, no había porque pagarles nada por sus servicios, que, de paso, fueron muy bien prestados
Arturo Uslar Pietri en “Carabobo para Todos” (1971) sostiene: “No había dinero ni recursos materiales. El país estaba exhausto y desangrado por aquella guerra sin término. Los campos permanecían abandonados, los ganados dispersos en las soledades, el comercio en ruinas”. En conclusión, el precario Estado venezolano, que nació en Angostura en 1819, estaba quebrado.
Esta maquiavélica revelación me dejó estupefacto y pensé que era un infundio. Más luego me topé con el libro de Eric T.D. Lambert: “Carabobo, 1821” de la Fundación John Boulton de 1974 que recoge significativos testimonios de algunos sobrevivientes de ese aciago día, y para mi sorpresa, confirman “el chisme” de Pérez Jiménez. “Es cosa que nunca he podido averiguar por qué Bolívar, no sólo en este momento, sino durante todo el periodo transcurrido desde que avanzamos por primera vez, no nos envió socorro alguno. Sea cuál fuese el motivo, lo cierto es que la segunda y la tercera división del ejército se limitaron a contemplarnos tranquilamente mientras éramos masacrados sin realizar ningún intento para prestarnos ayuda”. Testimonio éste atribuido, no sin ciertas dudas, al General Charles James Minchin, recogido por All The Year Round del 28 de marzo de 1868.
Nunca sabremos si ésta confidencia es real o imaginaria. El olvido es poderoso, y son los historiadores quienes ordenan y “traducen” esos recuerdos, de por sí, nada inocentes
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ