Caracas estaba aquí, por Marco Negrón

@marconegron
(Este artículo se publicó originalmente en El Universal el 13 de agosto de 2002, es decir, hace casi 17 años. Pero se vuelve a publicar no para jactarse de los talentos premonitorios del autor sino porque demuestra algo hondamente preocupante: cómo a la razón que alertaba acerca de lo que estaba por venir se oponía el sentimiento, legítimo pero irracional, de no querer reconocer el miserable destino que, detrás de las proclamas de un sedicente socialismo del siglo XXI, tantas actuaciones preanunciaban).
Seis años después de que en 1999 el litoral central de Venezuela desapareciera bajo el deslave de la montaña, un fenómeno aún no explicado arrasó Caracas. Los temores causados por el raro fenómeno hicieron que por años nadie se atreviera a aproximarse al lugar; solamente en 2012, conmemorando los 445 años de su fundación, una autodenominada “Expedición humboldtina” intentó la empresa para terminar desapareciendo. El siguiente es el único testimonio de esa aventura, llegado por milagro a manos de este compilador de memorias del futuro:
“Expedición humboldtina, 25 de julio de 2012.- Dejando atrás la costa de La Guaira, atravesamos la serranía hasta el sitio donde debía encontrarse el centro de la ciudad de Caracas. El panorama del antiguo valle del Guaire resulta aún más desolador del que acabamos de dejar: entre las todavía verdes masas de las montañas, unos 50 metros por encima del fondo original del valle se extiende una monótona llanura de color indefinible, entre el gris y el mostaza, formada por una pastosa mezcla de detritus humano y materiales diversos de desecho, que despide un olor nauseabundo y ha terminado por corroer todas las estructuras levantadas durante los años de su esplendor urbano.
“Hacia el atardecer, cuando planeábamos buscar un sitio menos hostil para acampar, avistamos en lontananza una figura humana que se desplazaba lentamente, como quien se hunde en el fango. Al aproximarnos encontramos a un ser famélico y desnudo, con apenas una raída boina sobre la pelada cabeza. Aunque hablaba de manera confusa, creímos entender que se llamaba Bolivariano Libertador y, en un largo y enrevesado discurso, salpicado reiterativamente por expresiones como orinocuapure, devolución, voy a darte lo tuyo, terminó relatando cómo otros de sus congéneres habían logrado sobrevivir al desastre y, en un remedo de su vida anterior, vagaban en círculo por las montañas intercambiándose una y otra vez las mismas inútiles baratijas.”