Caraqueños viven un calvario permanente para hacerse con agua y gas
La falta de agua, la “cacería” del gas doméstico y la precariedad del resto de los servicios básicos son los clavos de una pesada cruz que arrastran desde hace tiempo los habitantes de Caracas. No obstante, la mayoría no tiene tiempo para lamentarse y lejos de paralizarse ante el oscurecido panorama, luchan contra las adversidades que les dificultan hasta vivir
Las fallas en los servicios públicos a la que está sometida la mayoría de las personas que viven a lo largo y ancho de Caracas desafía la capacidad de reinvención, aguante y pericia para el resuelve desarrollada tras años de necesidades y soluciones por cuenta propia, que les han permitido acceder, aunque mínimamente, a los recursos indispensables para el desarrollo de la vida cotidiana.
Trajines como comprar agua o llenar garrafas en tomas públicas para los ahora permanentes períodos de sequía que viven muchos hogares caraqueños, sortear travesías y desvelos para poder adquirir el gas doméstico, y demás soluciones nacidas de la necesidad de la gente modificaron la rutina diaria de los ciudadanos. Más de uno se vio obligado a cargar sobre sus hombros el peso de la lucha por los servicios básicos y a dar brincos para resolver como pueden, aunque las soluciones involucren madera, fogón, hervir agua y un evidente retroceso en la evolución y desarrollo de la sociedad venezolana.
La leña es oro
“No puedo llegar a la casa sin leña, es como si llegara sin comida”, comenta Daniel Méndez, vendedor ambulante, quien a falta de bombona cocina en un fogón en el patio de su casa desde hace casi un años.
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Méndez, de 47 años de edad, es sostén de hogar y de su trabajo dependen su mujer, un cuñado discapacitado y dos niños. Asegura que desde hace mucho desistió de tener una bombona “porque no podía pagarla”.
Por ello, se reprogramó para ubicar, desarmar y recoger cualquier rama seca, guacal, mueble y demás cachivaches de madera que consigue en las calles que transita a diario vendiendo películas de DVD y que quepan en un par de sacos que lleva a todos lados, para luego echárselos al hombro de camino a su casa, situada en el sector Las Casitas, en La Vega, al oeste de la capital. Señala que, casi siempre, llega a su casa con la leña, comida “y la tranquilidad de saber que al menos este día ya se resolvió”.
No obstante, Méndez afirma que su preocupación más grande es que su casa no tiene techo. Pese a que también ha inventado soluciones para esta dificultad, a través de bolsas de plástico no es mucho lo que puede hacer cuando caen grandes aguaceros. “Meto la leña debajo de la cama para que no se moje cuando llueve”.
Así, con un fogón que permanece en el patio, este vendedor ambulante resuelve el problema del gas, mientras que el del agua lo soluciona “a punta de tobos y potes de refrescos” que llena de un manantial cercano a su casa.
“El problema del gas no es solo lo que demoran en traer las bombonas, sino que casi nunca hay efectivo para pagarlo y ellos no aceptan pago móvil, ni transferencia y después hay que resolver con dólares”, expresa Carmen Malavé, habitante de Catia. Señala que algunos servicios y vendedores se aprovechan de las necesidades de las personas para cobrar lo que quieren “y uno termina pagando hasta 10 dólares que ni tiene por una bombona que no vale eso”.
Para remediar la falta de gas, otra de las soluciones a la hora de cocinar aplicadas por algunas familias, tanto de sectores populares como de la malograda clase media caraqueña, es trasladarse a casa de parientes o conocidos, si es que se cuenta con un auto y gasolina pues los servicios de transporte -público o privado- distan mucho de ser confiables. También ocurre que algunas personas rentan o prestan bombonas a medio terminar, para resolver mientras llega el camión, tiempo que puede demorar entre 15 días y varios meses, dependiendo de la zona.
Agua que no llega
El suministro inconstante del agua potable a los hogares altera la rutina de muchísimos habitantes de Caracas. Hay quienes cuadran sus horarios dependiendo del día y la hora en el que activan el servicio para poder llenar sus recipientes y hacer las tareas del hogar.
Los que pueden comprar botellones, lo hacen; los que pueden pagar por un camión cisterna, lo pagan. Pero los que no tienen estas opciones, recorren calles y avenidas a pie desde distintos puntos de la ciudad con pimpinas al hombro, en bicicletas, motos, transporte público o arrastrando carruchas con botellas hasta las distintas tomas y centros de recarga de botellones, ubicados en varios sectores de la ciudad.
También están los que ven oportunidades en todas partes y no desperdician nada. “Los días que ha llovido mucha gente del barrio aprovecha para agarrar agua de lluvia con la que lavan la ropa, los baños y limpian la casa”, dijo Danny Medina, residente de la parroquia San José de Cotiza.
Pese a que las soluciones a estos problemas no parecen muy cercanas y que las exigencias que los ciudadanos deben hacer para cubrir sus carencias son cada vez mayores conforme pasa el tiempo -además de demandar más ingenio, reinvención y resistencia- los caraqueños siempre encuentran la manera de salir adelante, saltar el obstáculo y conseguir su propósito “porque no hay tiempo para quejarse, lo que hay es que resolver”.