Carlos Cruz Diez, por Esperanza Márquez
Hace cuatro años, cuando estaba próximo a cumplir sus 92 años, TalCual publicó la entrevista que realizara nuestra colaboradora Esperanza Márquez, entrevista que reproducimos para nuestros lectores como un homenaje al gran maestro del arte óptico mundial.
Nos conocimos hace más de 30 años y presumo sin modestia que fue él quien diseñó la carátula de mi primer LP “El canto de esperanza” en 1979, razón por lo que me tomaré la libertad de tutearlo, disfrutar su lucidez, su inmenso sentido del humor y sus contagiosas carcajadas.
Carlos, tu obra espectacular, el piso del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía, se ha convertido en un símbolo de la Venezuela que estamos viviendo. ¿Cómo lo sientes?
– Nunca me imaginé que esa obra se iba a volver un símbolo, me conmueve mucho, me pone triste que sea el símbolo de dejar el país, yo espero que esa misma obra sea el símbolo del retorno a la patria, es lo que espero, que sea como el poema de Pérez Bonalde “Vuelta a la Patria”.
¿Qué diferencia hay entre tu ida del país a la de los que se van ahora?
– El otro día me preguntaron cómo me había sentido yo toda mi vida de emigrante y les dije que yo no emigré, yo lo que hice fue buscar un sitio donde pudiera desarrollar mis ideas, fue un proyecto de vida, un rediseño de mi vida. Me di cuenta que hay ciertos lugares en el planeta por donde no pasan las coordenadas de la historia y entre esos sitios estaba mi país, yo tenía en manos algo importante que podía desarrollar y me fui a un sitio donde pudiera tener una audiencia y mis ideas pudieran divulgarse y hacerse conocer, por eso me fui a París y cuando llegamos a mi esposa Mirtha y a mí nos fascinó la ciudad y sin ponernos de acuerdo al unísono dijimos: este es el lugar, este es el sitio. Lo único que tenía era lo que llevaba en el bolsillo y lo que llevaba en la cabeza.
A todos les sorprende que a tu edad conserves esa alegría contagiosa, siempre con una sonrisa y una carcajada.
– Es mi dinámica, me produce mucha alegría hacer, cuando no puedo hacer sí estoy triste, es la dinámica de querer existir, de disfrutar, cuando trabajo disfruto; me gusta la buena comida, la buena bebida, la amistad, siempre he sido amiguero.
¿Cómo sientes a Venezuela en estos momentos?
– Los países siempre pasan por situaciones difíciles y la de Venezuela se esperaba, iba a suceder porque no se habían resuelto los problemas fundamentales. El problema de Venezuela no es económico, es cultural, educativo, la educación ha sido de muy mala calidad, al venezolano no se le ha enseñado a pensar, es formación al caletre y por eso no piensa, actúa, no tiene noción de su pasado ni de su historia porque no se le enseña, no es porque sea insensible o bruto, simplemente no se le enseña. Cuando yo era niño viví la muerte de Gómez y la llegada de López Contreras y de Medina y la educación era de primer nivel que fue la que yo recibí cuando trajeron profesores de España, de Chile, de Argentina, pero cuando llegó Acción Democrática dijo que esa era una educación elitesca, que había que masificarla y eso era correcto, pero la manera de hacerlo fue equívoca y se degradó el nivel de la educación.
Carlos, los pintores, los poetas, los artistas tienen fama de ser seres atormentados ¿Cómo logras tu jovialidad, tu rostro siempre risueño, tus risotadas?
– Cuando le dije a mi padre que iba a ser pintor que no quería ser bachiller, que quería ser artista y mis padres se regocijaron con eso, desde ese momento para mí la vida ha sido la alegría, yo no trabajo, yo me divierto, para mí el arte es un regocijo, un placer del espíritu, es una plenitud poder realizar la obra. Tiempo después entendí de qué se trataba esa angustia de los atormentados que es el deseo y la preocupación de encontrar su propio discurso, yo tuve la oportunidad de encontrar mi discurso y lo he podido desarrollar. Hay otros artistas que no lo han encontrado, por lo tanto, siguen atormentados, es la búsqueda de la identidad la que produce la angustia.
¿Alguna vez te imaginaste que ibas a ser reconocido mundialmente y que lo ibas a ver?
Soy privilegiado, otros artistas no han tenido la suerte de ver la respuesta de la gente, hay artistas que se mueren sin saber qué ha sucedido con su trabajo.
La familia ha sido muy importante en tu vida y en tu trabajo.
Mi familia es también un proyecto de vida. Cuando yo enamoraba a Mirtha cantándole rancheras y boleros (risas) le decía que nuestra vida sería en el taller y así fue, el taller y la casa han sido una sola cosa. Mis hijos nacieron y se desarrollaron ahí y me han ayudado toda la vida a trabajar, si no fuera por ellos no hubiera podido desarrollar el trabajo al nivel que lo he desarrollado gracias a mis tres hijos y a mis nietos; aunque mucha gente me decía que no se me ocurriera meter a mi familia en el trabajo y yo aposté y gané (risas).
¿Soto te ha hecho falta?
– Hay varios artistas que se han ido y me han hecho mucha falta: Soto con quien tenía largos debates y conversaciones, además de cantar; Sergio de Camargo, Alejandro Otero. Narciso Debourg que es de mi generación cuando le digo que alguien se murió me dice: nos están disparando cerca (risas).
¿Qué les dices a los jóvenes que se van buscando camino?
– Desde el año 54 se me empezó a abrir el horizonte y comencé a entender una serie de cosas que antes no había entendido y ese es el esfuerzo que hay que hacer y siempre se lo digo a mis hijos que lo más difícil es entender su tiempo porque todo es una maraña y hay que entenderla para despejarla para ver un horizonte, una meta, si hay una meta la vida se vuelve un proyecto y cuando se te acaba el proyecto se te acaba la vida.
Creo que la carrera de los artistas es buscar el camino, es un esfuerzo muy grande, a veces inútil, encontrar su propia vida, su propio discurso, aportar algo, conseguir nuevas salidas, nuevas opciones. El máximo esfuerzo que yo he hecho es encontrarme a mí mismo.