Carta a la división, por Luis Ernesto Aparicio
Twitter: @aparicioluis
Por estos días ha circulado una carta fechada el 14 de abril del 2022, donde un grupo de académicos y otros integrantes de instituciones no pertenecientes al gobierno (ni al que está en ejercicio, ni al que dice que es) dirigida al presidente de los Estados Unidos, solicitando el envío de empresas petroleras de ese país para que se reactive la actividad petrolera en Venezuela. Esto, como era de esperarse, levantó lo único que despierta cuando ocurre algo de esta naturaleza, o cuando se trata de una protesta: la división.
Desde esta tribuna hemos confirmado, cientos de veces, que somos contrarios a sanciones que involucren las actividades básicas por las que los inocentes sobreviven. Como prueba de ello, hemos insistido en mirar de cerca el ejemplo de Cuba, con más de 60 años de sanciones y los Castro siguen en control, mientras que el país se cae a pedazos y los cubanos solo viven bajo la ilusión de huir en cuanto se pueda. Venezuela no ha llegado a ese extremo, pero pudiera ocurrirle.
Pero vamos a la carta. Los firmantes, como se puede apreciar, son reconocidos personeros del mundo de la economía, defensores de Derechos Humanos, trabajadores incansables por el bienestar de la sociedad, sobre todo del que padece. Muchos de ellos buenos amigos y de conducta intachable, a quienes no se les puede calificar de aliados de la dictadura de Maduro. No obstante, hay otros que tienen una dudosa procedencia ideológica y acción política, que ayudan a crear el ambiente perfecto y deseado para Nicolás Maduro, sus secuaces y la infaltable crítica irracional de ese extraño mundo en las Redes Sociales.
No vamos a entrar en los detalles mínimos y estructurales de la carta como la gramática utilizada, o si está llena de errores. En ella debe haberlos, pero deberíamos tomar en cuenta que está elaborada en un idioma diferente al original de todos los firmantes. De allí que es normal encontrar alguna falla gramatical. Lo que si llama la atención es que se centra en emplazar a la autorización para que otras empresas, diferentes a Chevron, entren de nuevo al terreno de juego de la explotación de petróleo en Venezuela. Puede que esto tenga que ver con el tema de garantizar a los Estados Unidos, el escaso petróleo que importaba desde Rusia. Así que se abre otro elemento más para la discusión: ¿forma parte de aquella famosa reunión?
En la carta no hay detalles sobre como las sanciones afectan directamente al más necesitado, a quien necesita que la máquina que se encuentra en el Hospital JM de los Ríos se repare con un repuesto que solo se puede importar desde los Estados Unidos, y otros detalles más que podrían darle mayor fuerza a las razones por las que las sanciones no han logrado los objetivos para las cuales se han tomado. Eso puede ser algo que se logre tomar como falta en la mencionada misiva. Tampoco se puede apreciar una petición abierta para que cesen aquellas sanciones que están dirigidas al dictador y su círculo, incluyendo a perversos dirigentes como Diosdado Cabello. Pero por el simple hecho de pedir que se flexibilice parte de unas inútiles sanciones, no es para lapidar a sus firmantes.
Pese a la falta de detalles mínimos, en ese texto, los firmantes hacen memoria sobre los efectos generales que producen las sanciones sobre la vida de los ciudadanos venezolanos comunes. Vida esta que si bien es hoy en día muy cuesta arriba, las consecuencias colaterales de unas sanciones la hacen un poco más complicada. En eso ellos tienen toda la razón, desde nuestro punto de vista de anti-sanción, como ya es conocido.
Como lo mencionamos, algunas de las personas que en esa carta aparecen, tienen un gran reconocimiento en el desempeño de sus funciones como pilares fundamentales en la lucha en contra de la pobreza, la desigualdad y por encontrar espacios para el mejoramiento de la calidad de vida no solo individual, sino también en lo colectivo, y por eso merece nuestro respeto, admiración y consideración. Estamos seguro, que la experiencia a cuesta fue lo que los llevó a contribuir con ese documento.
El resultado de la carta no lo sabremos de inmediato. De lo que si tenemos certeza es que ella ha permitido mostrar lo que muchos tratan de ocultar: esa profunda división que existe en la sociedad y sus dirigentes. No hay manera, no hay nada que pueda hacerse sin salvar primero los obstáculos de la división, del protagonismo individual. Por lo visto, nada es colectivo, todo se piensa desde la posición individual que se tenga; desde el interés y el crédito que le pueda generar a los planes personales. Lo que ha generado ese texto es una muestra de que no hay una comunicación entre las partes interesadas para resolver el difícil trance venezolano y si la hubiera, pareciera que se hiciera énfasis en forzar errores que dejen mal parado al otro. Es este el terreno predilecto de Nicolas Maduro.
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Luego, están quienes buscan elevar su pobre perfil de supuesto líder, esos que lejos de ayudar hacen que la situación le sea más favorable al régimen. Estos brincan con respuestas de infantes cursantes de primaria, con cartas exigiendo al maestro o maestra, que no haga caso de lo que dicen los demás, que es bueno que se les castigue. Son individuos que, como infinidades de veces a ocurrido, solo suman números a favor del equipo de Maduro.
Estas figuras, ya convertidas en marionetas de la división, deberían dejar de verse como los predestinados y liberadores de la patria. Claro, pero con el tiempo solo se ha podido comprobar que su asunto va más allá de aquello que acusan y critican, ahuyentando desde hace mucho tiempo la posibilidad de consolidar una verdadera Unidad venezolana. Todo lo que hacen, como supuestos líderes, es desde su imaginario, porque hoy son rechazados con mucha vehemencia por una inmensa mayoría.
La carta dirigida al presidente Joe Biden por algunos venezolanos, se ha convertido en una pieza importante de campaña, para una narrativa lógica para los representantes de la dictadura, pero también para los charlatanes y embaucadores de siempre. Es una muestra de lo frágil que luce una posible visión de una unidad real entre la dirigencia política y la sociedad misma. Es una carta que ahora podríamos decir que está dirigida, sin que sus autores tuviesen esa intención, a esa división que tiene más seguidores de los que podríamos imaginar.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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