Carta abierta a Roger Waters, por Julián Martínez
Alguna vez, junto a David Gilmour, preguntaste si podíamos diferenciar el cielo del infierno. La pregunta es más válida que nunca, porque así como muchos curas no son almas caritativas sino un peligro para la infancia, así también las supuestas buenas intenciones de algunos gobiernos de izquierda son en realidad el empedrado camino al infierno.
Apoyar a Maduro solo porque está en contra de Trump, es como si yo apoyara a esos curas pederastas solo porque soy católico. Poner la ideología por encima del dolor humano es cruel y, en tu caso, inesperadamente inhumano. ¿Acaso crees que los millones que salen de Venezuela a pie lo hacen porque, como afirma Nicolás Maduro, han sido engañados con falsas promesas? ¿No te parece que eso es decirle tontos a los que de paso mueren de mengua?
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Posiblemente todos somos al final unos peces nadando en la pecera, pero cuando eres uno de los pocos, de los enchufados, eres un pez dorado bien alimentado que vive gracias a la miseria de los demás. Por eso la metáfora de la pecera me parece menos acertada que imaginar a miles de niños y niñas caminando en fila india, agrupados como el ganado en los mataderos, listos para morir en los deplorables hospitales venezolanos por no tener las medicinas más elementales.
Algunos llevan máscaras de hule y cantan: “Después de todo, solo somos otro ladrillo en la pared”. Una pared que no es el muro de Trump sino el de Nicolás, que no permite que millones de personas tengan acceso a la dignidad y a la vida, ambas al otro lado de la pared
Roger, Roger, “¿en qué te has convertido? ¿Alguien más aquí siente lo mismo que yo?” ¡Pero si se supone que no solo eres un genio musical, sino también un poeta crítico! Alguna vez escribiste: “Y los alemanes matan a los judíos y los judíos matan a los árabes y los árabes a los rehenes (…) ¿por qué tengo que seguir leyendo este manual técnico?” Y yo me pregunto por qué has perdido ese sano escepticismo, por qué supones que Venezuela es una democracia real.
Aquí el sueldo mínimo es de 8 dólares. Sí, ocho dólares mensuales. Y medio kilo de jamón y un poco de pan cuestan un sueldo mínimo.
Si aquí hubiese un bloqueo como el de Cuba, no podrías encontrar en los supermercados la carísima comida que solo pueden comprar los pocos privilegiados
Porque también debes saber que las becas estudiantiles que ofrece el gobierno que defiendes equivalen a cincuenta centavos de dólar.
Sí, Roger, cincuenta centavos de dólar al mes para los estudiantes de la Revolución. Esa es la beca. Y los ciudadanos que se deprimen como en tu maravilloso álbum The Wall, simplemente terminan más hundidos cuando se enteran del precio de los antidepresivos, convertidos en juguetes para niños ricos. Y claro que no todo es malo con Maduro, pues gracias a él la gran mayoría hace dieta y no come carnes rojas y camina mucho, mucho, porque el transporte público es escaso. En fin, Roger, que “el dinero es un gas”; pero hasta el gas es un lujo en este país.