Carta al niño Jesús, por Rafael A. Sanabria M.
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Querido y apreciado niño:
¡Oh Divino Niño! Que deambulas todas las travesías, pueblos y ciudades, que visitas todos los hogares del mundo, que conoces los sigilos de todos tus hijos.
¡Oh amigo bueno!, que te veo y te encuentro en todo momento ¡Oh niño mío! Que permitistes sembrar en mi alma las ilusiones y bondades de una noche buena de juguetes, magia y cohetes de luz de bengala, daré de nuevo el honor y el privilegio de volver a ser un infante soñador, al menos en este diciembre frío. Sé que todo ha cambiado, mi patria se ha vuelto complicada en ese ambiente de adultos, en vez de multiplicarnos nos dividimos, la hermandad y fraternidad parecen no tener importancia, construir un pesebre en familia parece algo tonto, cantar aguinaldos parece una melodía inusual, saborear una almendra parece reflejar un hecho de utopía, estrechar un abrazo es algo que no está de moda, creer que tú, adorado niño, entrarás en nuestro cuarto y dejará nuestro regalo preferido ya no es costumbre, por eso querido infante de Belén, te suplico que me permitas fantasear como lo hacia cuando niño, al menos un instante de este ultimo mes del año.
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Adorado niño Jesús, con humildad y respeto te hago mi petición en esta Navidad tan venturosa, para que el día de nochebuena, en la cual tú me sembraste sentimientos nobles de amor y bondad hasta el presente; me regales las siguientes cosas: una caja de creyones de cera y una hoja blanca para dibujar y colorear en una flor las bondades del alma de los venezolanos; un papagayo multicromático para poder hacer llegar mi mensaje de unión y hermandad entre los venezolanos; un rollo de pabilo para hacer volar hasta lo más alto del firmamento mi cometa de muchos colores en donde irán las bondades de los venezolanos al Dios que está en las alturas; obséquiame salud para poder sonreír como niño; concédeme siempre aunque sea un trozo de pan, para compartirlo con todo el que este a mi lado, como si de una férvida oración se tratase; regáleme una cajita no importa cuan rústica sea y sin detalles especiales pero en donde quepamos todos sin odios y sin rencores. Solo te pido que de allí florezca el jardín de la armonía y un amanecer radiante.
No quiero molestarte más pero te pido dos últimas cosas: salud y paz para el mundo y en especial para mi país, Venezuela.
Hasta luego mi adorado niño. Buenas noches.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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