Carta de un hijo a su madre en Venezuela, por Guzmán González Urdaneta
Twitter: @GuzmanVE_
Madre primero que todo, te pido no llores.
Desde que me fui de Venezuela, casi no he dormido, no descanso ni siquiera he podido comer bien. Eso no me importa mucho porque me enseñaste a ser guerrero, a luchar y decirle al mundo que yo pudo.
Yo sé que tu sufres mucho por mí, y que cuando me vine a este país, no paras de extrañarme, llorar y estar pendiente si estoy bien o no. Si mamá, te entiendo, aunque no puedo decir que estoy bien, tengo un poco de tranquilidad porque salgo en las noches a la calle y consigo llamarte por videollamadas sin riesgo a que me maten y roben.
Acá consigo de todo -a veces-, pero cada vez que me como algo pienso en ti y en mis hermanos. Pienso en si comieron o no. ¿Y sabes qué? Cuando me dices que ya comieron, no sé si creerte, porque lo dices para no preocuparme, pero, aun así, sé que no tienes.
Mamá, no sabes cuánto quisiera darte un beso y un abrazo, y sin pensar si llegará el día de vernos porque como te dije antes de venirme “uno se va, para mejor, pero no sabemos si nos volveremos a ver”.
He visto morir a muchos venezolanos en el mundo. Yo sigo en pie y por supuesto que sigo trabajando duro para poder enviarte lo que puedo. También sé que mis hermanos no están yendo a clases por comida, pasajes o porque suspenden, cosa que lamento ya que les he dicho que la base de todo es la educación.
Por cierto, mamá, quiero agradecerte además mis estudios. Soy un profesional por ti y mi padre. Claro que recuerdo todo el esfuerzo que hiciste para darme mis estudios y que nada me faltara. Ahora soy un ingeniero orgulloso de su madre y familia. ¿Sabes que me duele vieja? Que duraste meses sin dormir bien, otros meses sin dinero y vendiendo cosas para que yo estudiara, y pues, acá estoy trabajando de todo menos de mi profesión porque a los que aún gobiernan nuestro país les dio la gana de forzarme a salir y botar mis estudios a la basura. Eso duele, mamá.
Quiero decirte que lamento y aun sufro por la muerte de mi hermano, no maldigo a nadie porque me enseñaste a ser optimista y valiente, pero no supero que por unos medicamentos mi hermano ya no esté con nosotros, ni contigo. Lloro de la impotencia que ni a su entierro pude ir porque no me alcanzaba para un boleto. Pero sigamos mi vieja, no creo que esto dure mil años.
Me he dado cuenta que sin tu amor no valgo nada. Quería expresar la falta que me haces. Coño mamá, esto es triste, tenerte lejos. La mamá de Efraín está enferma allá en Venezuela y no tienen para su tratamiento de cáncer, te pido les ayudes con comida, a menos. Me comentaron que no tienen luz, agua y servicio de internet. ¡mierda vieja! A veces quisiera irme volando y llegar hasta allá para salvarlos.
Escuché que Guaidó está luchando por recuperar la democracia, pero te digo y pienso, que, aunque la economía se recupere, la sociedad está grave, dolida, mal educada, sin valores, sin educación. Todo se derrumbó.
Mi vecino es venezolano también, y le dijo a su mamá que estaba flaco porque estaba entrenando en un gimnasio, pero no mamá, no está entrenando, está pasando necesidad. Créeme que yo si estoy entrenando, espero me creas.
No te desanimes, todo pasará. Cree en tu país, ese que te vio nacer y nos vio crecer. No creas en nadie solo en ti y participa en rescatar a Venezuela. Aporta y no restes vieja. El país necesita de todos, no solamente de los políticos. Habla con tus vecinas y con la señora Nora, para que no critique tanto y no sea pesimista, sino que busque soluciones y aportes.
Bueno viejita linda, debo dejarte porque ya me voy al trabajo, no puedo tardar ya que no tengo papeles y acá es rudo todo. Te enviaré algo de dinero, y sé que no te alcanza, pero ya saldremos de esto. Cuídame a mis hermanitos y a mi papá. Diles que los amo inmensamente y que claro que nos volveremos a ver. Más hace el que quiere que el que puede. Por cierto, no sé cómo despedirme, mis lágrimas han mojado todo y mi nostalgia es grande. No llores por favor, lo importante es tenerte, tus palabras y tus recuerdos. Los amo.