Carvajal y los guapos, por Simón Boccanegra
Cuando aquí nadie en la oposición se atrevía a coger la calle, Leonardo Carvajal organizó las primeras marchas; aquellas que dieron lugar al despectivo calificativo de «escuálidos», porque las marchas lo eran, en verdad. Pero Leonardo, de a poquito y a punta de coraje y voluntad, ha sido un contribuyente esencial a la creación de esa poderosa marejada popular que hoy le disputa la calle al gobierno. Por eso sorprende (aunque no debería, conociendo como este minicronista conoce a los protagonistas) que ahora lo acusen de «miedoso» porque se ha opuesto a que la marcha del 11 tenga como objetivo Miraflores. No, Leonardo Carvajal no es miedoso y no necesita demostrárselo a ninguno de los que ahora se las dan de guapos porque se sienten apoyados por la misma gente que el profesor contribuyó a movilizar. Sensato es lo que es y sus argumentos son demoledores. Pero no extraña que haya encontrado oídos sordos. Hay ya algunas gallinas que están cantando como gallos y se observa con preocupación que algunas conductas de la oposición responden más bien al revanchismo de aquellos que nunca han asumido autocríticamente los polvos que trajeron estos lodos.