Caza de brujas, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
La caza de brujas empezó en el siglo XV y siguió entrado el siglo XVIII, en una desenfrenada histeria colectiva golpeando en su mayoría a mujeres viejas o poco privilegiadas. Se basaban las denuncias en asuntos personales, venganzas, supersticiones o presuntas herejías. Hasta la madre del astrónomo Johan Kepler fue denunciada y encarcelada y a él le costó Dios y su ayuda lograr liberarla.
En un estudio llevado a cabo en febrero de 2019 por Michel Porret de la universidad de Ginebra se evidenció que en toda la Edad Moderna el número de procesos totales se situaba aproximadamente por los 110.000 produciendo 60.000 ejecuciones. A pesar de la mala fama de la Inquisición y no vamos a defenderla, hubo más muertes por hechicería en Alemania, Francia (no olvidemos a Juana de Arco) e Inglaterra que en España e Italia. En el 1657, después de la injusta muerte de miles y miles de personas la Iglesia condenó las persecuciones.
De tantas historias de brujas que hemos leído, ninguna es tan indicativa de su tiempo y tan bien escrita como la novela «La bruja y el capitán» de Leonardo Sciascia. Éste basa su crónica en el inmortal libro de Alejandro Manzoni, «Los Novios». La historia le pareció tan relevante a Sciascia que investigó registros y tribunales hasta dar forma a esta excelente crónica del Milán del 1600. La protagonista es Caterina Medici que al empezar la novela trabaja como sirvienta en la casa del senador Luigi Melzi.
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El senador presenta de forma repentina un cuadro de terribles dolores estomacales. Llaman un médico que no puede dar un diagnóstico claro. Luego otro y otro más. No sabiendo bien cómo justificar su ignorancia, los médicos sugieren que la culpa la tienen posiblemente entidades sobrenaturales.
Se encontraba alojado en ese tiempo en la vivienda del senador un tal capitán Vacallo. Éste al ver a Caterina enseguida dijo que ella era una bruja y seguramente había hechizado al senador. Caterina y el capitán tenían una historia antigua. Él estaba prendado de una joven tan bella como Caterina Medici era fea. Caterina, además de fea, era considerada vieja para la época. Tenía unos cuarenta años (¡!) de una vida muy dura y sufrida, empleada en labores del hogar desde los catorce. Resulta que una vez visitó la casa del capitán y su pareja, la bella Caterinetta, y se enteró que no estaban casados. Siendo bastante ingenua y sin pensar que en boca cerrada no entran moscas, le dijo a Caterinetta que debía pedirle al capitán que se casara con ella.
El capitán que estaba loco por Caterinetta pero no tanto como para casarse por razones de diferencia social, decidió poner a su amada en un asilo y privarse para siempre de su compañía. El asilo era un sitio donde mandaban prostitutas que ya no podían ejercer su oficio por cuestiones de desgaste y también maleantes viejas cuando eran excarceladas.
Luego el capitán enfermó de amor pero como jamás iba a admitirlo dijo que estaba hechizado. Cuando vio a Caterina y se enteró de los males del senador, para curarse en salud, dijo que ella era una bruja malvada. La familia consultó con una serie de expertos en hechicería, hasta dar con unas monjas. Éstas pidieron las almohadas del senador y enseguida encontraron unos hilos y unas plumas, el todo hecho nudos, seguramente para un amarre.
Llamaron a Caterina y la convencieron que confesase. La pobre se vio tan abrumada que dijo que sí a todo. Sí, era verdad, el senador la había visitado en su cama y la había acariciado con dulzura, pero no, no había sucedido nada, porque realmente se trataba del diablo con cara de senador y cuando se le salió un ¡Jesús! salió corriendo. Era un requisito que esas confesiones pareciesen verosímiles. Caterina pensó, si es que una persona tan asustada piensa, que lo mejor era darles todo lo que le pedían. El 4 de marzo de 1617 fue quemada siendo primero estrangulada. A cargo de todo estuvo el capitán.
En Venezuela jamás hubo caza de brujas a menos que ésta sea hecha metáfora. No pasa un día en que no se denuncie a alguien. Si es de oposición denuncia al gobierno, si es del gobierno a la oposición. Si es alguien que era gobierno y se pasó a la oposición igual denuncia para no ser confundido con la vieja oposición que ahora casi es gobierno. Es complicado.
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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