Cecilia García Arocha: «El Rectorado me quitó un poco la alegría»
Cecilia García-Arocha Márquez llegó al Rectorado de la UCV en 2008 para cumplir un período de cuatro años, pero terminó quedándose por quince, en medio de un limbo judicial impuesto por el Tribunal Supremo de Justicia que, a través de sentencias, impidió hacer elecciones en todas las universidades autónomas. Durante ese período enfrentó la asfixia presupuestaria, ataques armados, quiebre interno de su equipo rectoral, y ser la cara visible de todo lo malo que le pasaba a la UCV. En menos de una semana entregará el testigo a la nueva gestión y se tomará las primeras vacaciones reales en más de una década
En el solemne Rectorado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) hay un ambiente festivo. Los preparativos para la transición se han concretado y todo está listo para el acto de juramentación el próximo jueves 20 de julio. El escritorio limpio y totalmente recogido en el que solo queda el sello húmedo de la universidad indica que no se firmará nada más hasta que el nuevo rector Víctor Rago tome su asiento.
Por estos días, Cecilia García Arocha se siente menos García Arocha y más Cecilia. Sonríe, saluda con abrazos y bromea con frecuencia. Es como si hubiese recobrado una libertad que también perdió la universidad con la intervención del TSJ, a través de sentencias que impedían las elecciones en la UCV y en todas las universidades autónomas durante 11 años.
La profesora -adscrita a la Facultad de Odontología- llegó con 54 años de edad al rectorado y se va cercana a los 70. Por eso celebra que en pocos días saldrá luego de concretadas las elecciones hechas con un reglamento transitorio por el cual ella votó y bajará del rectorado vestida de liquiliqui blanco a entregar el cargo.
Llegó con experiencia como decana, como secretaria y con una propuesta académica que en 2008 ganó ampliamente en los votantes ucevistas de ese entonces, lo que la convirtió en la primera -y hasta ahora- única mujer en sentarse en la llamada Silla de Vargas.
Pero no llevó ropa para tan largo viaje. Iban a ser cuatro años y terminó quedándose por quince. Once años de ñapa viendo cómo se vencía uno, dos y casi tres períodos sin renovación por la fuerza de las circunstancias. En el proceso le llegó la jubilación como docente, se resquebrajaron las relaciones con su equipo rectoral y enfrentó la muerte de su gran aliado «a quien consideré un hermano», el vicerrector académico Nicolás Bianco.
«El rector (de la USB, Enrique) Planchart siempre nos decía que no solo había que estar, es que teníamos que estar. Era lo que correspondía. Fueron 15 años sometidos al Tribunal Supremo de Justicia y en esos 15 años siempre iba yo acompañada de los otros rectores de Averu (Asociación Venezolana de Rectores Universitarios). Planteamos de frente y muy claramente al Gobierno lo que pensábamos de la autonomía y la defendimos. Insistimos, pero casi todos los recursos que introdujimos en el TSJ quedaron engavetados».
Tiempos turbulentos
García Arocha recuerda haber recibido una universidad llena de violencia. Ataques armados, pistoleros dentro del campus, autobuses incendiados, robos. En primera línea observaba cómo la estrategia desde el gobierno iba cambiando para moverse hacia otro tipo de violencia: la asfixia presupuestaria que mantiene a la UCV con apenas 1% del monto que requiere para funcionar.
«La universidad no ha recibido presupuesto desde 2019, 2020, 2021, 2022 y lo que va de 2023. Lo que aprobaron fue apenas 1% del presupuesto anual y ni siquiera ha llegado».
-¿Qué trajo usted de su personalidad al rectorado?
-Traje la prestancia, la decencia, la tolerancia y poco a poco adquirí más tolerancia a medida que fue pasando el tiempo y vinieron los malos momentos. Pero sin duda, traje la decencia de la casa.
-¿Y qué le quitó el rectorado?
-Me quitó la alegría un poco, esa alegría que yo tenía. Fueron años muy duros. Mientras estaba aquí perdí a mi hermano Raúl, a mi sobrino Raúl Humberto, perdí a mi mamá, perdí a mis dos hermanas. No sé si por el rectorado o por la vida, o las dos cosas, pero coincidieron y me siento menos alegre, menos comunicativa, visualmente yo sé que tengo los ojos diferentes.
Aunque sus ojos por unos segundos se entrecierran en esos tiempos dolorosos, García Arocha retoma el foco y enfatiza la voz para asegurar que no se arrepiente de nada. «Si volviera otra vez, volvería otra vez a defender la autonomía universitaria. Ese ha sido mi mejor regalo y no me arrepiento».
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«Aquí no hay cajas negras»
En la cuarteta que conforman las autoridades universitarias se define cada una de las responsabilidades y los aspectos macro de los cuales deben ocuparse en una institución con las dimensiones de la UCV. García Arocha hizo equipo con el fallecido vicerrector académico Nicolás Bianco, el vicerrector administrativo Bernardo Méndez y el secretario Amalio Belmonte, el único que queda y entregará el cargo junto a ella.
En el camino las grietas no solo resquebrajaron los techos de la universidad sino lo que ocurría internamente. Y una de esas sombras fueron los señalamientos de poca transparencia e irregularidades administrativas.
«Aquí no hay cajas negras. Hay personas que han trabajado por el vicerrectorado administrativo y me han dado la información a mí ya digerida. Igual que en la secretaría. Tampoco hay caja negra en la secretaría porque todos hicimos un trabajo complejo que se conoce e impulsamos muchos cambios».
-Hubo quiebres internos importantes. ¿Cómo lo evalúa?
-Los que se van no hacen falta, hacen falta los que vienen. En el caso de los decanos muchos se fueron porque tenían siete u ocho años en el cargo y porque tenían otras alternativas en su vida, a ellos no les aplico eso del «que se va no hace falta…». Pero el hecho del vicerrector administrativo que renunció, ese no me hizo falta. En lo absoluto me trastocó esa renuncia porque fue muy injusta. Él se fue a los once años (de período) ¿Once años y no pudo hablar conmigo? Eso no se lo creo yo».
-Pero la renuncia del vicerrector Méndez implicó una carta en la cual hubo acusaciones directas hacia usted
-El Consejo Universitario nombró una comisión que estudió cada uno de esos aspectos por él denunciados y me exoneró. Yo me salí del Consejo Universitario cuando se conformó esa comisión y nunca me reuní con ellos, pero mayoritariamente la comisión me exoneró de todas las acusaciones que hizo el vicerrector administrativo de entonces. De hecho no existe ni un procedimiento al respecto.
-Decía que los decanos fueron renunciando porque tenían otras alternativas en sus vidas. ¿Cecilia García Arocha no tenía alternativas?
-Claro que sí. Yo tenía alternativas y las sigo teniendo, pero no me iba de aquí porque renunciar hubiese sido fácil. ¿Nadar tanto para morir en la orilla? No estoy acostumbrada a la renuncia de ningún tipo, mi responsabilidad era ser la rectora de la ilustre Universidad Central de Venezuela. Por eso aquí se sentó conmigo todo el mundo: el chavista y el no chavista, el de un partido o el de otro, todo el mundo se sentó aquí porque le di amplitud al rectorado. Sí, uno se cansa, la rutina cansa y los malos momentos también cansan. Pero fui lo suficientemente madura para soportar toda esa debacle externa e interna.
-¿A pesar de que no tenía una fecha clara de salida?
-A pesar de eso. Soy la rectora pero la vida seguía. Yo me tenía que ocupar de la nevera de mi casa, de lo que se dañaba, de resolver mis cosas y seguir aquí al frente. Por eso internalicé hace mucho tiempo que yo me iba. Y ocurrió tal como insistí que debía ser: por elecciones.
En el paredón
-Usted es la única mujer en un paredón lleno de hombres…
-Allí está mi clavo, yo misma lo puse -dice García Arocha mientras señala un espacio claramente delimitado en la pared de madera que conforma el muro histórico donde están los retratos de todos y cada uno de los rectores de la UCV, los ilustres y los polémicos.
-¿Y quién le va a hacer el cuadro?
-El cuadro está hecho ya, desde hace cinco años. Lo pedí para ir adelantando. Me lo hizo un artista muy joven y todavía está envuelto en plástico, pero listo para colgar. Yo puse mi clavo allí porque le pregunté a Copred (Consejo de Preservación y Desarrollo) ¿Y dónde voy yo? Y fueron ellos quienes me respondieron: «tú vas aquí, Cecilia, donde están los rectores que más han defendido la autonomía».
Su retrato estará flanqueado por el rostro de quien fuera el rector más joven en ocupar el cargo, Rafael Pizani; del lado derecho la acompañará Julio de Armas; en la esquina superior derecha Jesús María Bianco, padre del fallecido vicerrector Nicolás Bianco, y casi coronando esa quinteta el muy recordado rector Francisco De Venanzi.
Arenas movedizas
Cada vez que alguien le menciona «el día después», García Arocha evoca su casa. Dice que después del acto apenas termine se va para su casa. Se ríe sin reserva cuando le mencionan la posibilidad de irse del país: «yo de mi país no me voy». Y aunque le sonríe plácida al inminente descanso, ya se prepara para volver al ruedo. A otro igual de convulso que el que ha enfrentado durante estos 15 años: formará parte del equipo político de la candidata presidencial María Corina Machado.
De polémicas sabe bastante y una anécdota lo ejemplifica. Hace mención al incidente final del evento Hablan los candidatos, en torno al controversial brazo. «Las redes sociales son feroces. Cuando llegué a casa y vi todo lo que la habían cuestionado (a Machado) me dije: ‘Bueno, pobrecita ahora todo es María Corina, ya no es Cecilia esto, Cecilia lo otro’.
-Hablemos del episodio del viernes 26 de mayo, luego de las elecciones fallidas cuando la reunión se puso tensa…
-Cuando (en 2011, el dirigente estudiantil del chavismo) Kevin Ávila entró en la Sala E por la fuerza y lanzó una comida que supuestamente estaba en mal estado estábamos todos allí. El comedor está adscrito al secretario, no a la rectora, pero obviamente yo era la figura visible. Recuerdo que miré fijamente un punto, pero actué con firmeza y cuando me tuve que ir, lo dije: me voy. Por seguridad me querían sacar por la puerta de atrás y dije ‘no, me voy por la misma puerta por donde vine’. Luego en la tarde pensaba: ¡Hay que ver que yo las tengo bien puestas! Porque soportar aquello, de verdad. Después eso se convirtió en un común denominador y volvió a ocurrir.
-¿En la reunión del 26 de mayo también miró un punto fijo?
-No, esta vez la tolerancia me salvó. En una reunión posterior el presidente de la Comisión Electoral (Carlos Martín) me dijo: «estaba espantado porque yo quería explicar y no me dejaban hablar. ¡Todo era contigo!».
La rectora asegura que ese día vio a profesores de la universidad aupando estudiantes, pero también personas que no eran estudiantes, gente que reconoció porque ella misma los había graduado y además estaban varios dirigentes políticos allí.
Aunque la inmediatez de las redes sociales viralizaron el incómodo momento, García Arocha relata que se levantó porque le echaron sangría o alguna bebida roja. «Aquello me cayó en los ojos a mí y a la vicerrectora académica (Inírida Rodríguez) y cuando me levanto toco a una muchacha que tenía atrás y me gritó ‘¡No me toque!’, pero se vino hacia adelante y ahí es cuando yo le respondo ‘¡No me toque usted, no me toque usted!’. Igual me senté y esperé mi chaparrón. Eso sí: los miré a todos fijamente.
-Casi dos meses después, el ambiente es otro. El reflector pasa a otro foco aunque sigue rondando la pregunta: «Cecilia tiene el pasaje comprado». ¿Lo tiene?
-Sí voy a salir unos días de vacaciones y estaré en Estados Unidos porque ni siquiera he podido estrenar mi visa. Luego mi sobrina me invitó a pasar unos días con ella en España, pero tengo muchas ofertas académicas y políticas aquí. Regreso y voy a estar muy pendiente de la universidad y de todo. Así que agárrense, porque ahora es que hay Cecilia para rato.