Chacumbele en Trinidad, por Simón Boccanegra
Este minicronista no sabe si Chacumbele se dio cuenta o no de que ni Ecuador ni Paraguay -por no hablar de Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Panamá, República Dominicana, Guyana, gobiernos todos de centro-izquierda-, secundaron sus posiciones en la Cumbre de Trinidad. Desde luego, ninguno de los demás gobiernos del continente y del Caribe tampoco. Sólo le hicieron coro y no muy duro porque también estaban descolocados, Daniel Ortega y, con alguna reticencia, Evo Morales. También el primer ministro de Dominica, quien junto con el señor Zelaya, de Honduras, son unos catchers que ni Yogi Berra. Pero lo de Chacumbele es de coger palco. Se la pasó semanas amenazando con desplegar toda su «artillería» en Trinidad, obviamente contra el imperio; reunió al Club Tíramealgo, en Cumaná, para cuadrar la estrategia y después bastó que Obama le diera la mano para que todos los arrestos anti-imperialistas se volvieran sal y agua. Desde luego, nadie puede objetar la buena educación y en sana lógica uno debería sentirse bien por la conducta civilizada de nuestro Presidente.
Lo normal es que la gente se salude. Lo que pasa es que la boconería se paga muy caro. Si no hubiera hablado tantas pistoladas previamente, la breve conversa entre el Presidente gringo y el nuestro no habría pasado de un tip anecdótico, perdido entre las noticias de la Cumbre, como seguramente ocurrió con los hand shakings entre Obama y otros presidentes. Pero las bravuconadas anteriores hicieron noticia de un Chacumbele melifluo e irreconocible. Uno habría esperado de nuestro gallo que le hubiera dicho «ignorante» a Obama en su cara. Pero, qué va. Todo fueron zalemas y I want to be your friend. Sobriedad y mesura habrían estado más en consonancia con el rol que se atribuye Chacumbele.