Chalbaud en caída libre, por Simón Boccanegra
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No he visto la película de Román Chalbaud, » Zamora», de modo que no puedo emitir ningún juicio crítico. Sin embargo, si me fío de la opinión de unos cuantos amigos míos, cinéfilos a morir, y del veredicto de ese crítico implacable que es el público, la película debe ser un bodrio. No duró dos semanas en cartelera y el sábado sólo estaba en un cine en Guatire, donde puede jurarse que del domingo no pasó. Ya su film anterior, » El Caracazo», corrió la misma suerte de público y en el festival de La Habana fue considerada, para decirlo, en cubano, «una mie’dda». Pero cien mil barriles de petróleo obligan, y le dieron un anodino premio de consolación, que otro que no fuera Román, habría rechazado. Chalbaud está corriendo la suerte de todos los intelectuales que venden su inteligencia y su capacidad creadora al poder político y hacen obras de encargo.
No es el suyo el primer caso de sequía creadora después de prostituirse. ¿Nunca se pregunta Román cómo fue que en Cuba, después de los 70 del siglo pasado, lo único rescatable de su cine es la obra de «Titón» Gutiérrez Alea, quien, precisamente, nunca se sometió? ¿Cómo fue que en el país de Tolstoy y Dostoievski, de Eisenstein y Vertov por sólo nombrar la millonésima parte de sus creadores en todas las artes, pudo darse el sombrío desierto del realismo socialista, donde quien no se prostituyó murió en los campos de concentración o se suicidó?