¡Chamo, cálmate!, por Laureano Márquez
¿Será el agua? ¿Será alguna medicina que le está cayendo mal? ¿Alguien está llevando el control por allá? ¿Está comiendo bien? Estoy empezando a creer que, en verdad, la Agencia tiene a alguien muy cerca haciendo daño.
Es en serio. Esto no es normal. Ustedes mismos, mis queridos amigos de allá, tienen que estarse dando cuenta de que algo le está pasando. Él no está bien.
Esta «contundente victoria» le dejó muy mal, más le habría valido salir derrotado, porque con otro triunfo así está destruido. Me imagino que estarán tomando consciencia, por allá, de que alguien en ese estado es un peligro no sólo para los que lo adversan (que ya saben a qué atenerse), sino fundamentalmente para los que lo quieren (que no lo saben). Porque el problema es saber cómo quererlo sin que se arreche. Me imagino los cálculos, escrutándole el rostro para saber cómo amaneció hoy: «¿Y si piensa que le estoy jalando mucho porque estoy ocultando algo?… ¿Y si cree que ya no le jalo porque me estoy volviendo disidente?… ¿Cómo aceptar su apoyo sin que me destruya?… ¿Estaré descifrando adecuadamente los meta-mensajes?… ¿Será que me pasé o que me quedé corto?»… En fin, eso no es vida, por mucho billete que haya de por medio, la angustia de estar cerca debe ser espantosa porque: ¿cómo saber cuándo la va a emprender en contra de uno? Vivir en ese desasosiego, en ese estrés, debe ser pavoroso.
Así no hay quien duerma en paz, con la ansiedad de que en cualquier madrugada, en medio de un insomnio creativo suyo decida llamarte para mentártela, para volcar sobre ti el camión de volteo de sus fracasos.
También puede ser un odio ancestral en contra de la Navidad. Hay gente a la que la Navidad la pone de mal humor. Los mecanismos del inconsciente son extraños. En mi caso, por ejemplo, odio el queso porque de niño me pegaban con queso de crineja, y si por mí fuera y yo llegase al poder, prohibiría el queso en todas sus formas. A lo mejor estas fechas le sientan mal.
Los que están cerca, pueden tratar de hacerle estas fechas más llevaderas. Jueguen al amigo secreto. Hagan una fiesta de fin de año, en fin, hagan algo.
Yo sé que estas humildes líneas no llegan tan alto, pero, en todo caso, un intento no está de más: ¡cálmate, papá!, relájate. La vida es breve y hermosa. La Navidad es una época llena de cosas bonitas: juguetes para los niños, reuniones familiares, mensajes de paz y fraternidad entre los hombres. Aunque no lo creas, la gente quiere un poquito de tranquilidad para estos días. Prepara la transición, que ya te queda muy poco. Sé feliz y déjanos serlo a los demás… ¡¡¡Chamo, cálmate!!! No te hagas el loco…
Es contigo, George W. Bush, ¿oíste?