Chávez superstar, por Simón Boccanegra

Lula se excusó cortésmente y no fue a la llamada Cumbre Social, paralela a la Iberoamericana, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Kirchner tampoco asistió y Fidel, que de pendejo no tiene un pelo en su barba, ni siquiera asistió a la Cumbre de presidentes para no tener que dejar esperando a los de la otra reunión. Hugo Chávez suspiró aliviado: nadie le iba a robar el show. Carlos Lage, el vicepresidente cubano, a quien Fidel envió como pinch hitter, es un peso mosca a su lado. Nadie de quien preocuparse. Así que ocupó el centro de la escena. No ha percibido, sin embargo, que Brasil y Argentina, que fueron decisivos en la solución de la crisis boliviana, prefieren la estabilidad y no el caos en su vecino del altiplano. Chávez, que es tan metiche como Carlos Andrés Pérez, quien no arrugaba a la hora de meterse donde no lo habían llamado, predica para Bolivia lo que no ha podido hacer aquí y, entre otras cosas, ha hecho suya la causa del mar para Bolivia. No es que esta no sea una llaga sangrante en el cuerpo boliviano, pero siglo y pico después que Chile arrebatara a Bolivia y a Perú un pedazo de su respectiva costa oceánica, se trata de un asunto que las cancillerías manejan con tacto y prudencia. Con el mismo tacto y la misma prudencia que los gobiernos de Guyana y Venezuela (incluyendo el de Chávez) han manejado el largo contencioso que los enfrenta a propósito del Esequibo. Porque son asuntos de guerra y paz.