Chávez SúperStar, por Teodoro Petkoff
Los que no creen que aquí viene un conteo electoral deberían fijarse en lo que anda haciendo nuestro hiperquinético presidente. Chávez está en campaña electoral.
¿Qué otra explicación tienen los frenéticos saltos de rana que anda dando por todo el país? Aquí entrega tierras en el campo, más allá lo hace en barrios (no importa que no haya catastro ni mediciones: lo que cuenta es el mitin) ; más acá funda una universidad que, sin embargo, no comenzará a funcionar sino dentro de un año y promete, con su habitual desmesura ( “me quito el nombre si en tres meses no he resuelto el problema de los niños de la calle” ) que dentro de año y medio habrá creado cupos para 400 mil bachilleres. La plata no es su problema. “Para este proyecto ya le dije al ministro que quiero no menos de 50 mil millones”. ¿De dónde saldrán, en un país con un severo problema fiscal, enfrentado a punta de endeudamiento? El ministro verá. Además, siempre que habla de recursos, lo hace en primera persona: “YO tengo una platica que les voy a dar”. No es el Estado, no es el Gobierno. Es YO, El Supremo, munificente califa que de su propio tesoro regala los dineros. Pura demagogia, pura “primera piedra” porque por ninguna parte se inaugura la última. Palabras, palabras, palabras; marihuana verbal para marear a sus oyentes. Típicas promesas del vendedor de ilusiones.
Cómo aquel personaje de Woody Allen, Zelig, que se mimetizaba según el escenario en que se encontrara, Chávez un día se autodefine como un negro congo o carabalí y, entonces sí, en primera persona del plural habla de “nosotros los negros”, y al siguiente quiere convencernos que su ombligo está enterrado en tierras de los indios cuibas y entonces salmodia aquello de “nosotros los indios”. De paso, ahora tiene una nueva manía: reescribir la historia universal. Quien lo oye hablar de la conquista española creería que fue ayer y no hace 500 años. “Somos pobres –explica–, porque los españoles nos robaron” y el oyente casi siente que el jefe está preparando una expedición a la península para rescatar el oro y la plata que de aquí se llevaron esos que, al igual que los indios y los negros, también son nuestros antepasados. Porque para esta manipulación obscena y demagógica de la historia, Chávez olvida al Bolívar de la Carta de Jamaica y su precisa definición del ser americano.
Ayer se disfrazó de estudiante del 28, con boina azul, anteayer andaba de shaman piaroa, hace un tiempo taladraba la roca en el túnel del ferrocarril del Tuy, un día se nos pinta como el niño que vendía conservitas por las calles de Sabaneta y otro nos echa el cuento de que fue monaguillo.
Todos los días Renny Ottolina reencarna en él, porque ese es su otro sueño secreto, aparte de brillar en las Grandes Ligas: ser el showman number one, ganarse un Emmy, un Grammy, un Oscar. Pero siempre siguiendo a Maquiavelo: el príncipe debe hacer cosas que parezcan maravillosas. Y las hace este fabuloso pirotecnista verbal. ¡Damas y caballeros, ahora con ustedes… ..Hugo Chávez!