Chávez, Uribe y las FARC; por Simón Boccanegra
Bienvenida sea la intervención de Chávez si es que en verdad pudiera contribuir a una salida para el horror que desde hace años viven los secuestrados por las FARC, así como sus familiares y toda Colombia.
Es obvio que todo esto, como tiene que ser, ha sido concertado entre ambos presidentes. Cuando Uribe designa a Piedad Córdoba como una suerte de mediadora, el objetivo era que Chávez participase de la gestión. Procura así Uribe que gente hacia las cuales las FARC expresan simpatía —por decir lo menos— puedan ablandar la intransigencia de los secuestradores y se logre el acuerdo humanitario que, obviamente, necesitaría también de una flexibilización de las posturas de la Casa de Nariño. Hay que desear éxito en esta singular gestión, porque más allá de lo que cada cabeza piense de las FARC y de Uribe, así como de Chávez, se trata de un asunto cuya connotación humana y humanitaria está por encima de lo puramente político. Del presidente venezolano tendría que esperarse también que, si hubiere venezolanos en poder de las FARC, estos fueran igualmente liberados. Nadie entendería que la gestión por los colombianos secuestrados no estuviera acompañada de una por los venezolanos que eventualmente también fueran víctimas de esa práctica aborrecible por parte de las FARC.