Chávez y las sinagogas, por Teodoro Petkoff
Vamos a suponer, Hugo Chávez, que los profanadores de la sinagoga de Maripérez fueron realmente los policías metropolitanos, de la ex PTJ y de Policaracas, cuya detención anunció el gobierno; supongamos, adicionalmente, que el móvil de tal operativo fue realmente el robo. Queda entonces una preguntica que el Presidente debería tratar de responder: ¿Por qué estos asaltantes dieron un sesgo político y antisemita a su acción? ¿Por qué las pintas ofensivas contra los judíos en tanto que tales? Diría el Gran Explicador que fue para disimular. Okay, pero, ¿por qué disimularon con frases antisemitas? Por una razón muy sencilla, Hugo Chávez.
Porque el discurso presidencial de rechazo a la invasión de Gaza estuvo aliñado con dos de los más clásicos estereotipos del antisemitismo («el pueblo que mató a Cristo» y «los dueños de la riqueza del mundo»). Por añadidura, gente que no escondía para nada su vinculación con el oficialismo, llenó de pintas agraviantes contra los judíos los muros de la sinagoga, así como las paredes en las inmediaciones de la embajada de Israel. El discurso presidencial y las acciones de sus activistas fueron una señal para los supuestos «ladrones» y se escudaron en ella para fabricar una coartada «política».
El clima antisemita creado por el discurso presidencial y por las pintas en la sinagoga y la embajada israelí, así como las constantes emisiones antijudías de algunas emisoras «comunitarias» y/o los allanamientos al Colegio Hebraica, no son ajenos a la profanación del templo judío. Eso descarga sobre el gobierno la responsabilidad política e intelectual del asalto. Si ahora rectifica, bienvenida sea esa rectificación.
Las palabras, Hugo Chávez, no son inocentes y ya debería saberlo el Presidente después de haber emitido trillones de ellas en estos diez años y haber metido la pata ene veces. Tampoco lo son los gestos. Habló Hugo Chávez de «guerras de religión», acusándome, entre otros, de incitarlas.
¿Quién diablos metió la religión en esto? El gobierno de Hugo Chávez.
Nicolás Maduro, canciller, y otros altos funcionarios, visitaron la mezquita, en acto de «solidaridad» –para colmo, ataviados con prendas de vestir árabes al igual que lo hicieran algunos periodistas del canal 8 en sus programas–, dando así una extraña y perversa torsión religiosa y, por tanto, en este contexto, antisemita, a la posición del gobierno sobre la invasión a Gaza.
Aquí no hay nada de qué retractarse. La responsabilidad política e intelectual del gobierno en ese asalto a la sinagoga es evidente. Y si, ciertamente, los detenidos son los responsables materiales de esa atrocidad, pues magnífico, se felicita al gobierno por el rápido esclarecimiento del caso.
No deja de llamar la atención, sin embargo, que la versión policial presenta como detonante del hecho una supuesta negativa del rabino a prestarle dinero a uno de sus escoltas. Es curioso, pero aquí reaparece el «judío rico», responsable, en el fon-do, de lo que le pasa, por ser tan «pichirre». El antisemitismo tiene raíces hondas, sin duda.