Cheo Carvajal: Más que gobernable, Caracas debe ser justa y vivible para la gente
Para Cheo Carvajal, periodista y director de la asociación civil Ciudad Laboratorio, Caracas es una ciudad poco amigable para sus habitantes, sostiene que es «hostil»; pero considera que por medio de coordinación entre sus gobernantes y habitantes se puede lograr una ciudad «justa, integrada, accesible, inclusiva»
Caracas es contraste. Es la ciudad de El Ávila, con verde imponente, pero también la de barrios, la de urbanizaciones, de riqueza y pobreza, de violencia e inseguridad, de color, de movimiento y colas por doquier; la que cumplió 445 años tras su fundación el 25 de julio de 1567 por el español Diego de Losada, quien le dio el nombre de Santiago de León de Caracas.
Una ciudad que no para, que día a día se va transformando y que cada vez parece ser menos amable; pero no por su culpa, sino por quienes la gobiernan y habitan.
Desde la llegada del gobierno de Hugo Chávez, el país ha sido modificado y su capital también ha sido cambiada arbitrariamente, su nueva simbología —que la mayoría de los caraqueños considera no los representa por ser impuestos— es la que más ruido ha causado en los últimos meses, sus decoraciones y un sinfín de aspectos más se han ido transformando.
Para indagar cómo se debe reorganizar la ciudad, qué se necesita para hacerla más funcional, gobernable y qué están haciendo sus habitantes por ella, TalCual conversó con Cheo Carvajal, periodista y director de la asociación civil Ciudad Laboratorio.
Para Carvajal, una de las primeras acciones que debería tomarse en favor de Caracas es un mecanismo de coordinación entre los alcaldes, tomando en cuenta la participación de la gente y la relación con los barrios para la convivencia humana.
—¿Es Caracas una ciudad amigable para sus habitantes?
—Es imposible en una respuesta generalizar ante una pregunta como esta. Podemos afirmar, taxativamente, que Caracas no es amable para muchísima gente, y nos consta que algunos, en particular, se sienten muy cómodos en esta ciudad. Porque el criterio de «ciudad amable», en cualquier parte del mundo, no incluye a todas las personas. Podría afirmar, eso sí, que para quienes nos movemos a pie, en general, Caracas no es amigable ni amable. Es más bien hostil. No obstante, la caminamos e incluso hasta disfrutamos de ella en la operación de normalizar lo que no debería estar normalizado.
—Los nuevos y últimos gobernantes de la ciudad han ido modificando sus símbolos y otros aspectos de Caracas. Se puede decir que, a pesar de ello, ¿Caracas sigue siendo la misma o se está buscando cambiarla de manera radical? ¿Qué pasaría a futuro con los cambios de estos símbolos de la ciudad?
—Creo que con este tema de los símbolos de la ciudad se ha hecho mucho ruido, sobre todo político. Quizás mi reflexión no sea cómoda, pero debo decir lo que pienso: los símbolos de esta ciudad no terminan de representarme, y creo que tampoco representan a la inmensa mayoría de los habitantes de esta ciudad. Porque esos símbolos, tanto los viejos como los nuevos, son imposiciones de quienes tuvieron o tienen poder. Son ejercicios de hegemonía. Son interpretaciones parciales e interesadas de un imaginario. La verdad es que yo ni conozco el himno de Caracas, y si me preguntan qué detalles contiene el escudo, más allá del león, no tendría respuesta en este momento. Este «toma y dame» poco tiene que ver con necesidades y expectativas de la gente que habita Caracas.
Caracas en muchos aspectos sigue igual, en otros peor.
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—Según su criterio, ¿cómo debe ser la reorganización funcional de la ciudad para que esta no sea fragmentada e incluir a todas la comunidades y evitar que existan especies de «ciudades» dentro de la ciudad?
—Para que Caracas sea más más congruente, respetando su diversidad pero integrada, es necesario tener un mecanismo de coordinación entre quienes administran la ciudad en los territorios en que está dividida. A saber: los cinco municipios. Pero, de manera más intensa que en años anteriores, cada quien está gobernando su municipio como mejor le parece y de acuerdo a unos intereses particulares que van determinando el modo y espíritu de nuestra ciudad. Es importante tener formas de coordinar este voluntarismo tan caprichoso, pero no solo a través de una alcaldía metropolitana, sino de formas de participación de la gente. Que no decidan sólo las élites que tienen el poder económico o político.
—¿Cómo hacer gobernable a Caracas en relación a su infraestructura, movilidad, servicios, vialidad?
—El problema no es sólo cómo «hacer gobernable» la ciudad en esos ámbitos, sino cómo lograr que los ciudadanos participemos en los procesos de definición de políticas vinculadas a la vida de la ciudad. En todo caso, las normas que la rigen son importantes, pero requieren que formen parte de un acuerdo social. Es difícil y absurdo tratar de hacerlo desde la simple imposición. Es mejor construir una visión de ciudad y unos modos de habitarla que surjan de un debate público sostenido y de la comprensión de lo que significa una ciudad justa, integrada, accesible, inclusiva.
No tanto hacerla «gobernable» sino hacerla justa. Por ejemplo, pensar la ciudad para privilegiar a los peatones en vez del privilegio que claramente ostentan los conductores de vehículos. No me interesa una ciudad gobernable para los conductores. Me interesa una ciudad vivible para la gente.
—Ha habido propuestas sobre desconcentrar el municipio Libertador y crear más municipios, ¿es una solución para hacerla más gobernable?
—La propuesta de fragmentar en municipios más pequeños Libertador y Sucre parece tener sentido: permitiría tener gobiernos locales más vinculados con la gente. El asunto es cómo se organizan esos municipios para que en efecto tengan recursos suficientes para su gestión. Crear municipios más pequeños, pero sin recursos, no parece tampoco una buena alternativa.
—¿Cuál es el concepto actual de Caracas?, ¿este se tiene que cambiar o debe mantenerse como está?
—Si acaso existe una cosa tal como «un concepto de Caracas», es el que definitivamente privilegia al vehículo por encima de la gente. Eso debe cambiar de manera radical. También debe cambiar la idea de formas de zonificación excluyentes. La ciudad mezclada en sus usos es mucho más eficiente y sostenible que aquella que tiene zonas monofuncionales. Zonas exclusivamente residenciales implican desplazamientos irracionales y saturación de otras zonas en las que sí hay mezcla.
Caracas debe cambiar también esa tendencia a levantar muros y rejas por todas partes. Al aislamiento del espacio privado. A la estigmatización del espacio público y al cercenamiento de la libre circulación, que se ha hecho norma por ausencia del Estado para garantizar seguridad a todos. Pero, sobre todo, debería cambiar esa mirada que niega al barrio como parte fundamental de la ciudad. Por el contrario, debería asumir algunas dinámicas y formas de relación de los barrios como un valor para la convivencia urbana. Uno de ellos es el de las calles compartidas.
—¿Qué hace la sociedad civil para promover la ciudad entre sus habitantes y visitantes? ¿Qué se debe hacer para promover el turismo internacional en Caracas?
—La gente debería entender el espacio urbano que habita como mezcla entre el espíritu comunitario, de relaciones cercanas, y el espíritu societario, abierto, que es hospitalario con todas las demás personas que se mueven por la ciudad. Es lo que decíamos en algún momento en el Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020: que lo metropolitano también estaba en la esquina cercana a donde habitamos. El valor de la diversidad es fundamental para la vida de la ciudad y esto debe promoverse desde todos sus rincones.
En la medida en que esa ciudad se haga más efervescente, que tenga mayor mezcla y dinamismo, que se reconozca en todos sus espacios y en su diversidad, en esa medida también se hará atractiva para un turismo, que no es local sino que es nacional o internacional. Más allá de los hitos convertidos en imágenes postales de la ciudad (El Ávila y su hotel Humboldt, el Parque del Este, y algunos otros elementos que la componen, como la Esfera Caracas, de Soto), importa mucho más el dinamismo de la ciudad, su vida nocturna, su vitalidad. Eso es una de las cosas que hacen muy atractivas a las ciudades. Mostrar un espíritu que está vivo y que tiene el claro deseo de ser compartido con todos.
Y, claro, independientemente de lo que señalo, podríamos ser muy exitosos atrayendo gente de afuera o generando una sensación de halagadora vitalidad, pero si eso se hace sobre la base de una inmensa desigualdad social, como sucede actualmente, solo estaríamos postergando el próximo estallido social. Las Mercedes puede parecer un signo de progreso urbano; para mí es el estandarte de una desfachatez inaceptable.
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