Chile: la difícil aceptación de la realidad, por Enrique Gomáriz Moraga
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Luego de la abultada derrota del plebiscito sobre el cambio constitucional del pasado 4 de septiembre (dos tercios de los votos frente al tercio restante) daba la impresión de que el presidente Gabriel Boric había superado el espejismo que se produjo con su victoria electoral en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Al menos así lo parecía su inmediato cambio de gobierno, en el que se desprendió de miembros del sector duro de su Frente Amplio y los sustituyó por conocidos representantes de la denostada Concertación. Sin embargo, aceptar la dura realidad no era tan sencillo. Así que lo que realmente ha sucedido es la división interna del proyecto original, lo que ha dado lugar a lo que hoy se conoce en Chile como «las dos almas de Boric».
Para entender mejor esta polaridad política, conviene recordar el origen del espejismo que entusiasmó a tanta gente dentro y fuera de Chile. Dos aspectos fueron cruciales al respecto. El primero se refiere a la verdadera dimensión de su victoria electoral. Como solo había votado el 56% del electorado y Boric había obtenido el 55% de esos votantes, el presidente electo contaba con apenas el 27% del total del electorado.
Pero, además, los estudios de opinión mostraban que un 70% de los casi tres millones de votos que se sumaron a su candidatura en esa segunda ronda procedían de otros partidos (de centro izquierda), que no seguirían a Boric en el futuro. Es decir, que la «amplia marea electoral» del mandatario no alcanzaba ni a un cuarto del electorado.
El otro elemento del espejismo aludía a la idea de que el apoyo a Boric era producto directo del espíritu imparable del estallido social del 2019. Los sondeos de opinión mostraban que el apoyo a lo sucedido en ese entonces estaba muy por debajo de lo que se creía. Varios observadores en el país señalaron que esos hechos habían sido «sobrefestejados». En realidad, más de la mitad de la población chilena tenía una visión crítica de lo sucedido.
Ese espejismo pareció deshacerse tras la derrota del plebiscito constitucional, que el propio Gobierno presentó junto a una parte de su proyecto original. Sin embargo, el alma radical de ese proyecto se mantuvo firme e incluso planteó la realización de una contraofensiva. No importaba que los sondeos mostraran un rápido deterioro de la imagen gubernamental mediante una desaprobación que se situaba en torno al 70% respecto del propio presidente. Todavía podían darse combates políticos importantes.
Uno crucial, por ejemplo, era la reforma tributaria que permitiría al Gobierno impulsar varias promesas de campaña, comenzando por la reforma de las pensiones. El problema consistía en que eso tendría que aprobarse en el Congreso, donde el presidente no cuenta con una mayoría parlamentaria. Y de nuevo las secuelas del antiguo espejismo se hicieron notar. En vez de negociar con la oposición lo que era el contenido de la reforma, el alma radical de Boric consideró que su propuesta era tan buena que arrastraría a los sectores del socialismo democrático que le apoyaron en su victoria electoral.
El resultado ha sido una grave derrota de la reforma en la sede parlamentaria, que muchos observadores chilenos consideran el mayor fracaso legislativo de Boric. La reforma pretende recaudar un 3,6% del PIB en cuatro años, unos 10.000 millones de dólares, que permitirían apoyar el programa socioeconómico del presidente.
El Gobierno contaba con que el hecho de que la discusión se diera en torno al Día Internacional de la Mujer representaría un punto a su favor. Ya sabía que la derecha votaría en bloque contra el proyecto de ley, pero esperaba captar algunos votos de las bancadas de los partidos progresistas. Al no lograrlo y perder la votación, ahora no podrá volver a presentarla en el Congreso hasta dentro de un año.
Los días que han seguido a esta grave derrota política han mostrado el debate interno entre las dos almas del proyecto Boric. Para el alma radical, no se ha ido lo suficientemente lejos; para la moderada, es necesario aceptar la dura realidad de que los votos prestados por el socialismo democrático en la elección presidencial no están ni estarán a su disposición.
Esta confrontación entre las dos almas deberá resolverse pronto, a menos que el Gobierno prefiera protagonizar un continuo vaivén de consecuencias negativas no solo para su propio proyecto, sino también para el conjunto del país.
Enrique Gomáriz Moraga ha sido investigador de Flacso en Chile y otros países de la región. Fue consultor de agencias internacionales (PNUD, IDRC, BID). Estudió Sociología Política en la Universidad de Leeds (Inglaterra) y contó con la orientación de R. Miliband.
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