China: entre tensiones y paradojas, por Félix Arellano
En el XIX Congreso del Partido Comunista Chino, efectuado en Octubre del 2017, el Presidente Xi Jinping logró consolidar todo su poder, alcanzando el nivel del “Gran Timonel”; es decir, el legendario Mao Zedong, pero en los últimos meses las tensiones y contradicciones se han multiplicado tan significativamente, afectando la estabilidad y perspectivas, que la cúpula del partido (los siente poderosos), debe estar reflexionando sobre la conveniencia de mantener el sistema de rotación establecido por Deng Xiaoping.
Al proceso bolivariano le afectan las complicaciones de China, empero, por lo pronto, se suma al juego desafiante del poder ruso, más coherente con sus provocaciones antisistema
Un gran desafío para China lo representa el deseo del Presidente de Estados Unidos Donald Trump de limitar sus avances hegemónicos en todos los planos posibles. La guerra comercial arancelaria pretende, en primer lugar, mejorar las condiciones de acceso de los productos americanos al mercado chino, pero también se plantea objetivos más ambiciosos, como limitar sus avances tecnológicos, en particular en el dominio de la tecnología 5G; y lograr mayores transformaciones en el modelo económico comunista, que permitan consolidar la economía de mercado.
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Estamos frente a un conflicto entre titanes, que China está manejando con prudencia, pues su fortaleza económica está muy vinculada a las inversiones norteamericanas, situación que genera una interesante paradoja. Por una parte, los inversionistas norteamericanos tienen influencia en China para lograr cambios; pero también es cierto que están preocupados por el manejo impulsivo de su Presidente, que puede terminar afectando a las exportaciones norteamericanas, en particular del sector agrícola.
El reciente encuentro de los Jefes de Estado en el marco de la reunión del G20, ha calmado las aguas: pero, no se aprecian avances en los compromisos adoptados
El Presidente Trump aspira que sus guerras comerciales le generen beneficios electorales para su reelección, pero también pueden generar efectos contradictorios, al retirarse del acuerdo transpacífico y acabar con las negociaciones del acuerdo transatlántico, ha abierto el terreno para el discurso aperturista de Xi Jinping, una postura, que recordando a Josep Nye, podríamos calificar como “soft power” (poder blando), que presenta a China como una potencia prudente y confiable, dispuesta a lograr el liderazgo, tanto de la globalización, como de la nueva revolución industrial, como lo expresó claramente en su visita a la reunión del Foro Económico Mundial de Davos del 2017.
Este hábil manejo del discurso no está exento de contradicciones, pues China se presenta dialogante y cooperativa frente al mundo, un juego estratégico para generar confianza, pero agudiza el talante autoritario y militarista, tanto frente a sus vecinos, como a nivel interno para controlar y extirpar cualquier manifestación critica. En efecto, en estos momentos se complican las relaciones con Taiwán, Hong Kong y siguen latentes los problemas en el llamado mar de china meridional. Adicionalmente, no debemos olvidar la preocupación que genera en el área, entre otros, la carrera militar china, sus nuevos vínculos con Vladimir Putin y el histórico apoyo a la férrea dictadura de Corea del Norte.
La relación con Hong Kong, que debe formar parte integral de China en el 2047, se está agravando, toda vez que el espíritu libertario se mantiene latente, particularmente en la juventud, en el 2014 fue “la revolución de los paraguas”; ahora, en este mes de julio, arreciaron las protestas, en principio, contra un proyecto de ley de extradición a China, que promovía la Jefe del Ejecutivo Carrie Lam; en el fondo, es un rechazo al totalitarismo del partido comunista. Un fuerte desafío para el “soft power” del Presidente Xi Jinping, que podría estar considerando la posibilidad de una acción dura, de carácter militar, lo que podría afectar su posicionamiento en el contexto internacional.
También se complican las relaciones con Taiwán, “la isla rebelde”, que se niega a respetar el principio de “una sola China”, y cuya Presidenta Tsai Ing-wen ha iniciado una gira internacional, con una escala en Estados Unidos. Ahora bien, lo más desafiante es la compra de armas norteamericanas por un monto de 2.200 millones de dólares. En la agenda también tenemos las tensiones con India (por los territorios de Cachemira y Arunchal Prades al noreste de la India); con Japón (por las islas Senkaku/Diaoyu) y con todos los vecinos del mar del sur por la construcción de islotes artificiales para ampliar su hegemonía territorial.
La posición frente a los países en desarrollo caracterizada por: apertura, flexibilidad, inclusión y cooperación; que le ha permitido una creciente presencia comercial y financiera, también presenta sus contradicciones, ya que reproduce un modelo primario exportador, donde China exporta manufacturas e importa materias primas, el esquema que tanto cuestionaba la izquierda en los años sesenta.
Por otra parte, el caso venezolano, ilustra la inclinación de China a favor de los gobiernos autoritarios, confirmando su menosprecio a la normativa de los derechos humanos