Cientonoventa años de aquel septiembre negro, por Beltrán Vallejo
Hace unos días, en ese uso “indelicado” de la simbología bolivariana que nos tienen acostumbrados desde Chávez la élite en el poder, Maduro se refirió al intento de magnicidio del que fue víctima Simón Bolívar en su residencia, un 25 de septiembre de 1.828, quien salvó la vida en aquella ocasión gracias a que se dejó convencer por Manuela Sáenz de que no combatiera él solo a un numerosísimo contingente de agresores, sino que saltara por el balcón del dormitorio y cogiera calle, mientras ella los distraía, siendo esta una de las conductas más heroica que se pueda contar de una mujer que por amor le salvó la vida, a riesgo de la suya, al hombre más importante de la historia sudamericana.
Repitiendo la misma patología de su antecesor, Maduro quiso establecer un vínculo de extrapolación con aquel siniestro hecho del pasado, ya que él, según sus investigaciones, también sufrió un intento de magnicidio del siglo XXI. Lo que quiero decirle entonces a Nicolás es que debiera tener más delicadeza con esa manera simplona de asociar ese hecho con lo que le sucedió, ya que aquel histórico acto criminal fue expresión de la etapa más polémica del Libertador, de los momentos de su mayor decadencia política y moral, y que incluso derivó en la devastación de salud que en dos años terminó con su vida en la Quinta de San Pedro Alejandrino, un 17 de diciembre de 1.830.
Le sugeriría a Maduro que mejor no vuelva a mencionar ese acontecimiento. Aunque me imagino que lo hace porque está afanado de querer relacionarse con lo grande, con lo heroico, con lo inmortal, que es como pedir que la rana eche pelo
Hay elementos muy duros y complejos que gravitan sobre ese intento de asesinato que sufrió Bolívar (por cierto que fue objeto de varios). Para muchos estudios, sus propuestas de Senado Hereditario y Presidencia Vitalicia, unas formas de control político antidemocráticas, bien distantes del pensamiento liberal en lo concerniente al manejo del Estado, y que él venía imponiendo desde el Congreso de Angostura, que fue desarrollando en la Constitución de Cúcuta, que plasmó en la Constitución de Bolivia, y que generó el fracaso de la Convención de Ocaña, le ganaron el repudio de numerosos sectores de la clase política también republicana y libertadora, de los universitarios y de la prensa, levantando así una ola de enemigos en todas las repúblicas que él liberó, y sobre todo en Nueva Granada, particularmente en Bogotá, donde se anidaron sus enemigos más audaces.
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Yo no estoy justificando tanto odio político dirigido hacia el hecho criminal sobre el Padre de la Patria. Lo que quiero referir es que el radicalismo por parte del Libertador en establecer gobiernos fuertes y centralizados para consolidar las naciones en gestación, y el hecho de estar en contra de un modelo federal tan anhelado por buena parte de liderazgo político y militar que lo acompañó en su gesta libertadora, alimentó también el radicalismo de sus contendores políticos, se convirtió en su perdición y lo llenó de sombras; hasta muchos pensaron que se había convertido en un tirano ambicioso que quería emular el sueño imperial de Napoleón Bonaparte, ya que después de lo de Ocaña, Simón Bolívar implantó una férrea y breve dictadura; y digo breve porque en año y medio fue derrotado por sus enemigos, fue expulsado de Venezuela, y terminó con su famélica salud agonizando entre el odio de muchos y la admiración de muchos.
Así que señor Maduro, no vuelva a convocar a esos fantasmas; no lo vuelva a hacer.