CLAP, para controlar cada bocado
Autor: Mabel Sarmiento Garmendia
«Los Clap, así se llaman ahora las UBCh. Son la misma gente. Yo no me quería censar y después en mi comunidad se rumoró que si no lo hacía nos íbamos a quedar sin comida. Llené la planilla en abril de este año, cuando empezaron a conformarse, y a la fecha no me han dado ni la primera bolsa». Así lo explica Desiré Hernández, habitante de la calle 18 de Los Jardines de El Valle, quien informó que el censo para los Clap se hizo muy rápido.
En su zona hay un consejo llamado Gual y España, es uno de los más antiguos en la parroquia. «Pero una de las líderes de las UBCh vino al barrio y ayudó a conformar otros para que no nos quedáramos por fuera de los CLAP.
Además, nos dijeron que luego podíamos formar una comuna», contó.
En la parroquia hay 126 consejos comunales que fueron nucleados a cuatro Comités Locales de Alimentación y Producción, CLAP. Los de la calle 18 quedaron excluidos y nadie sabe por qué. «A la parte alta no han llegado las bolsas, todo el tiempo hay que estar preguntando, eso ya da fastidio. Nos ofrecieron carne, pollo, leche, harina de maíz precocida, azúcar, pasta, arroz, leche, mantequilla, aceite, caraotas, café… No he visto eso ni en pintura. No entiendo para qué nos hicieron contestar cosas como cuántas personas viven en la casa, si hay enfermos, embarazadas».
Hernández contó que a su hermana, que vive en la parte baja de la calle 18, le preguntaron si militaba en el partido de Gobierno. «Los CLAP lo que quieren es controlar qué y cuándo comemos», sentenció.
«YO NO ME LUCRO»
Una de las líderes de la UBCh de la parroquia El Valle explicó que desde la calle 1 de Los Jardines de El Valle hasta la 17 se buscaron centros de acopio para el funcionamiento de los CLAP.
Ella tampoco supo responder por qué sus vecinos de la 18 quedaron por fuera de ese sistema, como la guayabera.
Más bien echó el cuento de que a ella, siendo una de las que ha ayudado a conformar más consejos comunales en el sector, estuvo a punto de quedar excluida de los CLAP. Amenazó con llevarle una carta a Freddy Bernal, jefe del Centro de Control y Mando del Estado Mayor de los comités.
«Cuando algunos líderes que participan en la Mesa de Alimentación se enteraron, enseguida me llamaron. Me preguntaron si tenía un centro de acopio, dije que sí que en la calle 9, pero me asignaron Longaray», indicó la vocera que pidió mantenerla en el anonimato.
«La gente cree que uno se beneficia con eso. No me estoy lucrando. También necesito la bolsa. Por mí parte no excluyo a nadie, así sea de la oposición.
En mi edificio anoté a personas que no quisieron censarse. Igual ellos tienen derecho. No les pregunto sus razones, en eso respeto mucho al que piensa distinto. Sin embargo, he recibido amenazas. Por ejemplo, puse a una señora en la lista y no a su esposo. Luego él me amedrentó y gritó que el jefe de la casa era él y no su mujer. Cosas como esa suceden a diario».
«LAS BOLSAS RAQUÍTICAS»
Ahí mismo en El Valle, pero a lo largo y ancho de la calle Cagigal hay conformados 37 consejos comunales. Todos fueron nucleados al Mercal de la zona.
Y aunque desde la Presidencia de la República se informó que las bolsas estarían llegando cada 25 días, los vecinos denunciaron que pasaron un mes y dos semanas esperando. Ese fue el caso de la urbanización Juan Manuel Cagigal.
Cuando se comenzó el censo en esa zona se registraron 261 familias. Más o menos fue una encuesta socioeconómica: Cuántas personas adultas, cuántos niños, si hay tercera edad, desempleados…
«Nosotros nos organizamos. Fuimos a las casas para elaborar las listas y todo lo teníamos controlado. Nuestro centro de acopio es el Mercal que está al frente. El 10 de mayo nos informaron que ese día nos tocaba la primera entrega. Le sacamos copia a las listas y se la dimos a los miembros del CLAP.
Aquí no se excluyó a nadie, pero faltaron familias por censar. Luego se hizo un nuevo registro y llegamos a las 350 familias. Todas están en el acta con nombre y apellidos».
Pero ahora se le enredó el papagayo a la gente del consejo comunal. El día 14 de junio llegaron las bolsas (esta vez con un kilo de harina de maíz precocida, uno de arroz, otro de pasta, un litro de aceite y un sobre de leche) y no todas las familias de la urbanización Juan Manuel Cagigal se iban a beneficiar.
«Hay para 261 familias», se escuchó decir dentro del recinto. Con esa cuenta quedaban 89 por fuera y lo que decía Carmen Brito, integrante de la Mesa de Alimentación, a quien los voceros de la comunidad contactaron por teléfono, era que entregaran las bolsas que estaban disponibles y que ella luego resolvía.
«Eso de que ella resuelve a mí no me gusta. O nos venden todas o ninguna. Además, nosotros estamos aquí, justo al frente, y vemos cuando llegan los camiones descargando mercancía. Sucede que aquí le venden a los bachaqueros primero. Uno le informa a la policía y ellos se hacen de la vista gorda», denunció una de las vecinas.
Los CLAP están conformados por los consejos comunales, las Unidades de Batalla Bolívar Chávez (UBCh) -núcleos de base del PSUV-, los representantes del Frente Francisco de Miranda y Unamujer, todas estructuras politizadas del chavismo. Los que hacen vida en ese Mercal de la calle Cagigal determinaron un día para cada uno de los 37 consejos comunales.
«Por eso nos alargaron la fecha de la entrega, y no es justo, pues uno tiene necesidades. La primera vez nos dieron carne y pollo. Ahora la bolsa viene raquítica, y lo peor es que Mercal vende la leche a bs. 70 y luego se la ves a los bachaqueros en cinco mil bolívares», denunció Vanny Piña, una de las líderes comunitarias.
Y la guinda del pastel: El día de la segunda entrega les dijeron que si la familia tiene hasta seis integrantes le tocaba una bolsa y si eran nueve dos.
«Eso no puede ser así porque en una casa hay varias familias que dicho sea de paso fueron censadas», mencionó Piña.
LA LARGA ESPERA EN LAS VEREDAS
Cuando empezó a tomar cuerpo el tema de los CLAP a finales de mayo, en el mercado municipal de Coche, parroquia Coche, aparecieron carteles notificando que solo a través de los comités se venderían los víveres regulados.
Eso generó incertidumbre en la población de las veredas 60, 61 y 62.
Muchos denunciaron que casi nunca pueden comprar alimentos porque los bachaqueros se apoderan con violencia de los locales.
En la entrada de la vereda 61 de la urbanización Carlos Delgado Chalbaud, apareció un papel en donde se informaba lo del censo y que la planilla a llenar tenía un costo de 60 bolívares.
En efecto la vendieron en uno de los locales de la zona y tenía más renglones que el formulario para solicitar una tarjeta de crédito.
Preguntaban no solo cuántas personas vivían en la casa, también los ingresos, qué tipo de alimañas (roedores, cucarachas) había en el hogar y hasta cuántas cuentas bancarias tenía la persona.
A la fecha los vecinos aseguran no saber nada del destino de la información suministrada y ahora lo que les han dicho es que el consejo comunal Santo Domingo Savio es el que lleva la lista de las familias que fueron anotadas con el nombre, apellido y número de la casa.
Hace 15 días aparecieron los CLAP y obligaron a los concesionarios del mercado que tenían harina de maíz precocida a venderla al consejo Santo Domingo Sabio.
Por primera vez, bajo este mecanismo que se ideó, según el Gobierno, para bajar las colas y acabar con el bachaqueo, fue que le vieron la pinta a dos paquetes de harina pan.
«Fue una burla esa bolsa. Toda la mañana haciendo cola y eso es lo que nos vende el CLAP. Esa gente hizo lo que les dio la gana y nunca se pusieron de acuerdo», dijo Luis Bolívar.
En la parte de los bloques pequeños de Cochecito, en la misma parroquia, ni siquiera han hecho el censo. Les prometieron que para este sábado 17 de junio.
A LA BUENA DE DIOS
«Con consejo comunal o sin el. Todo dependerá del color del cristal con que se mire». Esa frase vieja la entonó Alicia Bracamonte, residente del edificio El Dorado, ubicado en la avenida Fuerzas Armadas, pero fue la que usó para explicar cómo funcionan los comités en su zona.
«Yo me censé, les dije todo lo que querían saber y no me dieron la bolsa. Decían que como soy de la oposición entonces que le compre a los bachaqueros», comentó. Alicia no peleó ni denunció ese episodio. «Para qué por aquí hay muchos colectivos, ellos tienen el control».
Pasado casi un mes contó que la llamaron para avisarle que ahora sí le tocaba la bolsa. «Me dieron una lista y recuerdo que hasta nombraron una esponjita de brillo, cómo si eso se come.
Le dije a un vecino que no la iba a buscar, pero él me recomendó que fuera, porque de lo contrario iba uno más vivo y se la daban. Luego yo quedaba en la lista como que la retiré. Hay mucha desorganización y mucha gente poniéndole mano a la masa», señaló.
Pero una que no aparece ni en la lista de los deudores es su vecina Vanesa Campos. Señaló que en su residencia, ubicada por la avenida Panteón no hay consejo comunal y, por tanto, el CLAP del eje no los tomó en cuenta.
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