Clarividencia en un club de tenis, por Rafael H. Iribarren Baralt
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Pedro y Alejandro rondaban los 50 años. De niños jugaban tenis en Caracas. Tenían más de 30 años sin verse, el tiempo que Alejandro llevaba en Madrid. Pedro recién había arribado.
—¿Jugamos otro set? –le preguntó Alejandro
—No pana, estoy cansado –le contestó Pedro mientras dejaba caer sus brazos en señal de extenuación. Es que no he dormido bien.
—¿Por qué?
—Ayer vi a mi mamá muy triste. Le hacen falta sus nietos, especialmente la Pulga –contestó−. Es idéntica a ella.
Alejandro era un médico excepcional y sin necesidad de verlo sintió la tristeza de su amigo. Con bondad procuró animarle.
—¿Cuál es la Pulga? –le preguntó sonriendo− ¿La pícara de dientes separados que me preguntó si yo no tenía otra camisa?
—Sí, la misma que viste y calza – contestó orgulloso−. Pensar que solo tiene tres añitos.
—La vi jugar con el perrito. Tiene una intuición descollante –sentenció Alejandro sinceramente.
—Sí, es verdad.
Alejandro prosiguió con su plan para animarlo:
—¿Viste el discurso de Maduro?
—Verga, ¡el coño de su madre! –dijo Pedro cerrando los puños. Luego agregó: Dijo que los venezolanos en diversos países de Latinoamérica, a donde habían emigrado, eran tratados con hostilidad de manera parecida a como comenzó el desprecio a los judíos por parte de Hitler.
Alejandro vio en esta respuesta la oportunidad para vitalizarlo.
—¡Y es verdad! –exclamó Alejandro− Maduro dice cosas sabias.
—¿Cómo es la vaina? –preguntó Pedro asombrado.
—Es un error subestimar a Maduro. ¿Te acuerdas de aquella ocasión en la que dijo haber hablado con un pajarito? A pesar del revuelo, su mensaje caló, a saber: “Hacerle ver a la población que se mantenía en contacto con Chávez”. Caló porque la gente en las profundidades de su inconsciente sabe que “de que vuelan, vuelan“.
Simbólicamente los pájaros son mensajeros. Fíjate en los augures romanos. Eran cargos vitalicios y decidían si ir o no ir a la guerra. En una novela de Dostoievski, quien era el escritor favorito del papa Juan Pablo II, un personaje central tuvo una experiencia mística mientras veía volar a unas aves, lo que le llevó a decir que todo estaba relacionado con todo. La sabiduría popular venezolana no está ajena a este misterio, tal y como nos lo revelan la expresiones: “Pájaro de mal agüero” o “me lo dijo un pajarito”…
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Pedro, en medio de su desconcierto, pensó: “Tal vez use drogas fuertes. Aquí abundan”. Solo atinó a interrumpirlo con tacto:
—¿Qué tiene eso que ver con los judíos?
—Lo que pasa es que con esta comparación con los judíos también subestiman a Maduro. Los cubanos no dan puntada sin dedal. El pueblo judío simboliza al pueblo elegido. Dios está preparando a los venezolanos con el sufrimiento. Fíjate cómo los rechazan por doquier, como lo han hecho con los judíos. Hay muchas razones que explican el rechazo a los venezolanos; pero hay una primaria: su espíritu indómito. El venezolano tiene mucha fuerza, la cual dominada se convertirá en luz. Para entender este proceso de preparación es muy útil lo dicho por Jonathan Swift: “Cuando un verdadero genio aparece sobre la tierra se le puede reconocer por este signo: todos los tontos se confederan contra él”.
En ese momento la escandalosa dulzura de la Pulga los sacó de sus cavilaciones:
—Papi, papi, te traje el celular –se detuvo de pronto y, señalando a con su dedito a una hermosa águila que con gozo se zambullía en las alturas, dijo: Miren, nos está saludando.
—Palabra cierta –musitó conmovido Alejandro.
Rafael Henrique Iribarren Baralt es ingeniero civil, egresado de la UCAB
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