Cleptocracia, por Simón Boccanegra
La palabra «cleptomanía» nos es más o menos familiar; sabemos que es sinónima de «robar», en todas sus variantes. Un cleptómano es, pues, un ladrón. Una cleptocracia sería, por tanto, un gobierno de ladrones. Por supuesto que definir al presente régimen como una cleptocracia monda y lironda sería una exageración, pero, en cambio señalar que sus filas están pobladas por el cleptómano que juega garrote no sería ningún atentado contra la verdad. De hecho, cuál no será la abundancia de cleptómanos, que Maduro en una tentativa de lavarle la cara al gobierno ha escogido a unos cinco o seis de ellos, de poca monta, y los ha metido presos. Pero los grandes cleptócratas permanecen tranquilos y sin nervios, sabiéndose intocables. Porque ese es el truco. Se agarran unos cuantos robagallinas, se hace un poco de estruendo con su prisión y se genera la impresión de que está en curso una guerra contra la corrupción. Ojalá sea verdad, pero este escribidor creerá que lo es cuando vea la noticia de que algunos cleptómanos de muy alta jerarquía, con sus correspondientes socios en el sector privado, han sido llevados ante la justicia. De no ser así, los presos de estos días no serán sino un puñado de chinitos de Recadi.
Lo de la corrupción en nuestro país ha sobrepasado todos los límites. De hecho, la opinión generalizada en América Latina es que el nuestro es el país más corrupto de todos. Es una cosa que apena y da vergüenza a los venezolanos de bien, que se saben ciudadanos de un país cleptocrático.