Comenzar de nuevo, por Gisela Ortega

Autor: Gisela Ortega
A lo largo de nuestro ciclo vital hemos tomado innumerables decisiones, y algunas de ellas, nos han obligado a tener que comenzar de nuevo. Hay círculos que deben cerrarse por necesidad personal, por un claro principio de subsistencia en el cual, solo con valentía y coraje podemos ser capaces de cortar determinados vínculos. Emprender una nueva vida, ya sea en familia, en pareja, un trabajo o una diversión durante el tiempo libre, es muy importante, incluso necesario.
Muchas personas tienen temor de romper con sus hábitos para comenzar de nuevo, porque están acostumbrados a su rutina. A nadie le gustan los cambios, y aún si estos son drásticos y suponen dejar a un lado todo lo que hasta el momento nos definía… Cualquier alteración en nuestra existencia supone un acto de valentía que no todo el mundo se atreve a iniciar.
Los buenos propósitos pululan periódicamente siempre que llega un nuevo año, o un cumpleaños, nos fijamos una fecha determinada en el calendario para cambiarlo todo, y si no, por lo menos “esto” o “aquello”, quedándose nada mas que en eso, en una pusilánime intentona, ya que a la más mínima dificultad que se nos cruza por el camino, renunciamos cómodamente a ello. Lo cotidiano nos tiene atrapados de tal forma en sus garras, que, al final, hacemos siempre lo mismo.
La capacidad de comenzar algo nuevo, a fin de mejorar personalmente es un requisito imprescindible en la vida si se quiere alcanzar la felicidad o por lo menos estar contento consigo mismo. Y sin embargo, ¿modificar algo y principiar de nuevo? Es, sin duda más fácil decirlo que hacerlo. Para librarse de esa rutina, que parece paralizar la iniciativa y el incentivo de cada persona, se necesita método, valor, voluntad, confianza en uno mismo, disciplina y tesón.
En realidad, transitamos la existencia por una amplia gama de fases: la niñez, la adolescencia, la juventud, el noviazgo, el matrimonio, los niños, la profesión, etc. Y todas ellas exigen una norma. Sobre todo en la mujer, cuya vida generalmente atraviesa épocas distintas a la del hombre.
El matrimonio y la maternidad piden de la madre una transformación y adaptación mucho más radical que la de su compañero.
Emprender puede significar poner fin a muchas costumbres afianzadas y al hábito, nueva repartición del tiempo, otras personas alrededor, metas, innovaciones de todo tipo en el hogar, en el trabajo o en las tareas domésticas. Quien no practica una nueva labor con suficiente voluntad, coraje y no muestra la necesaria constancia, echa a perder su vitalidad y pone en juego importantes vivencias.
La verdad es que a las mujeres nos resulta más fácil comenzar de “cero” porque somos más rápidas en aprender nuestros papeles, nos adaptamos mejor y con más facilidad, somos más flexibles en nuestro carácter. Además las modificaciones y los estilos son inherentes a nuestra personalidad. Una prueba es esa fase que llamamos “segunda vida” y que se entabla cuando los hijos se hacen adultos e inician su propia existencia. Este cambio puede constituir, el debut de una nueva actividad que permitirá a la vez disfrutar de más libertad.
Se podría decir que ha llegado el momento de cumplir esos deseos tan esperados, tantas veces aplazados, pero no por eso menos anhelado. Los humanos somos por naturaleza, seres que nunca lo hemos alcanzado todo, por lo que siempre queremos obtener algo y despertamos con nuevas esperanzas. Y por mucho que luchemos en contra, todas esas aspiraciones nos acosan por ser cumplidas. Sin cualidades de emprendimiento no es posible salir adelante, también hay que tener coraje, confianza en uno mismo y fortaleza para atreverse siempre a iniciar una nueva existencia.
Empezar de nuevo supone tomar el control de nuestra propia vida, cada elección que tomemos nos llevará a un resultado, pero seremos nosotros los artífices de nuestra realidad… Un nuevo camino debe vivirse con ilusión sabiendo apreciar el presente, el aquí y el ahora.
Deja un comentario