Con José Antonio Abreu en la sede de las orquestas
Tuvo este minicronista el enorme privilegio de visitarla sede del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles con un cicerone de excepción, el propio maestro José Antonio Abreu. Recorrimos desde el séptimo piso hacia abajo, hasta el último sótano, durante más de dos horas. Desde la Gran Sala Simón Bolívar donde para suerte nuestra nos demoramos unos minutos para escuchar el ensayo de la Sinfónica dirigida por Gustavo Dudamel hasta los recovecos de los depósitos de instrumentos musicales, pasando por los 115 cubículos para ensayos y por las salas grandes para ensayos y conciertos de cámara, el maestro Abreu se detenía en cada sitio, para explicar con amore cada detalle, cada maravilla acústica, cada particularidad del material de las paredes, cada singularidad de las maderas preciosas de los pisos. Tal vez ha hecho ese recorrido muchas veces, pero se notaba cuánto disfrutaba mostrar y explicar esa formidable realización arquitectónica de Tomás Lugo, que es como la materialización física de la inapreciable e impagable obra de Abreu para con Venezuela. Porque no era un edificio vacío. Centenares de jóvenes ocupaban los cubículos y las salas, deambulaban por los pasillos, instrumentos a la espalda, en una variada muestra de lo que somos como nación mestiza. Esa es la obra verdadera y profunda de José Antonio Abreu; haber tomado en sus manos las vidas de miles de muchachos y muchachas, sacándoles del fondo de sus seres los talentos escondidos, para abrirlas no sólo a las maravillas de la música sino a las de la existencia misma, cuando esta no se agota en la inanidad de la miseria material y espiritual. Gracias, maestro Abreu. Fue una mañana extraordinaria la del sábado pasado.