Con la gasolina al cuello, por Teodoro Petkoff
El tema del día es el ya recurrente aumento de la gasolina, puesto en órbita por el gobierno. Los argumentos son los de siempre; ya los hemos oído; se resumen en la comparación entre un tanque de cuarenta litros de gasolina y una botellita de agua mineral: el primero es más barato.
Aduce la sabiduría convencional, que si para algo debe servirnos la condición de país petrolero, es para pagar la gasolina más barata del mundo. Pero ocurre que en este país inflacionario, el precio de la gasolina no puede permanecer fijo indefinidamente. Sin embargo, como la gasolina es inflamable, los gobiernos prefieren no tocarla sino cuando ya tienen, fiscalmente hablando, el agua al cuello. Es el caso actual. El ministro Rafael Ramírez, a quien le toca el trago amargo de manejar el asunto, informa que el subsidio a la gasolina que paga Pdvsa, es 12 mil millones de dólares al año, sería más útil aplicado a las variadas necesidades del país y sus habitantes. Tiene razón. Pero surge una pregunta: ¿por qué esperar hasta el último momento, cuando ya no hay más remedio que provocar en el precio un salto de canguro, para superar su rezago?
Es todo un caso de imprevisión y demagogia. Además, surge otra pregunta: ¿cuánto le cuesta a Pdvsa regalar la gasolina a Cuba y venderla a precios preferenciales, pero casi incobrables, a otros países del Caribe? No cuesta mucho trabajo entender que en un país endémicamente inflacionario como el nuestro, mantener congelado el precio de la gasolina es irresponsable, pero más irresponsable es haberlo enfriado desde hace catorce años, mientras, durante el mismo período, la inflación ha hecho estragos en el bolsillo nacional.
La experiencia debía haber enseñado al Gobierno y a Pdvsa que pequeños aumentos cada año, hasta equipararnos con el precio internacional, 0,25 anual, pongamos por caso, son perfectamente tolerables y no hacen olas.
Pero ahora, si es como dicen, lo que viene es un tsunami inflacionario, los precios de todo van a dar un salto con garrocha.
Por otro lado, si le vendiéramos a Cuba el barril de petróleo no al precio internacional sino a la mitad de este, el país percibiría una vez y media más de lo que pretende el gobierno recaudar elevándonos el precio de la gasolina a nosotros los venezolanos, 130 mil millones de bolívares anuales. Si a eso añadimos el cobro efectivo de las ventas a otros países del Caribe, el ingreso que tendríamos sería nada despreciable.
Este escribidor está de acuerdo con que Venezuela practique criterios de solidaridad con los países más pobres, siempre aplastados por el precio del petróleo, pero una cosa es ser generosos y otra desaprensivos respecto de nuestros propios intereses.
También, una parte de ese ingreso extraordinario que se produciría con el aumento de la gasolina, debería ir a un fondo estratégico, semejante a los que Holanda y Noruega (países productores) han creado con sus ingresos extraordinarios. Un Fondo para financiar el crecimiento sustentable del país y también para amortizar la deuda pública, descargando al presupuesto ordinario de la hipoteca que significa el pago de ese compromiso.
Bueno, vamos a ver si esta vez se maneja el boom de precios con criterio de escasez y no con escasez de criterio.