Con mi arte tengo, por Simón Boccanegra
En la inauguración de la Galería de Arte Nacional, GAN (iniciada durante el gobierno de Caldera y que este gobierno, en inusual muestra de eficiencia, tardó sólo diez años en terminar), Chacumbele esbozó su particular versión del «realismo socialista» ese bodrio ideológico que durante décadas hizo intragable a la cultura soviética. Quiere pintores que plasmen lo que él mismo considera como digno de ser pintado: los momentos supuestamente épicos que lo involucran (sus golpes militares, su conspiración, etc., etc.). Es de suponer que en esos cuadros la presencia de Baduel o de Urdaneta Hernández sería severamente castigada, si es que algún pintor distraído utilizara fotos viejas para inspirarse. Tal vez sea permitida la de Arias Cárdenas, pero en un rinconcito. También habló de cine e insistió en el de encargo, ese que, por ejemplo, hizo de nuestro más reputado cineasta, Román Chalbaud, un panfletista chambón y adulante con su mendaz versión del «Caracazo», a la cual ni los cubanos se atrevieron a darle algo más que un precario premio de consolación. Chacumbele quiere verse en la pantalla grande y en cuadros tamaño heroico, en pose grandiosa, como solían ser representados Stalin o Mao, señalando, con el brazo extendido, hacia el radiante sol del futuro socialista. No podía faltar en sus disquisiciones artísticopolíticas la queja por la presencia de un retrato de Páez en alguna pared de Miraflores. Seguramente, a los minutos de su enésima denuncia sobre la «traición» de Páez, hubo una estampida de jalabolas en Miraflores, para que los Ojos que Todo lo Ven nunca más tropiecen con la imagen del centauro llanero que tanto lo irrita. Desde luego, en premonitorio anticipo de lo que Chacumbele espera de sus culturosos, el minpopo del ramo se mandó con una jalada que, apropiada a la naturaleza del acto, no podía ser sino homérica, prometiendo que los deseos del Big Brother serían «cumplidamente» atendidos.