Confianza y diccionarios en la Venezuela 2025, por Rafael Uzcátegui
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El pasado 14 de enero se realizó la reunión convocada por la Comisión Especial para la revisión de las normas y leyes electorales, presidida por Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea nacional. La cita tenía por objetivo elaborar el cronograma electoral para los comicios de gobernadores, alcaldes, concejos municipales, consejos legislativos y Asamblea Nacional, previstas para el año 2015.
Según la nota de la Agencia Venezolana de Noticias al llamado acudieron representantes de 37 organizaciones políticas, así como delegados de varias gobernaciones del país. A pesar que a la reunión no acudieron voceros de partidos políticos que representan a la mayoría del electorado nacional, Rodríguez afirmó que el quorum era «casi completo» de «todos los partidos políticos del amplio espectro que conforma el panorama electoral de Venezuela». Uno de los asistentes fue Pablo Zambrano, en representación del partido Fuerza Vecinal, quien también es conocido por su labor de sindicalista y vocero de la coalición empresarial-social Foro Cívico.
Zambrano ha sido un aguerrido defensor del derecho de los trabajadores de la salud, con una trayectoria que ha aportado, y seguirá haciéndolo, a la vigencia de los derechos laborales de los venezolanos. En el ejercicio de sus derechos civiles y políticos es militante de una organización partidista. Y ojalá más venezolanos fueran tan activistas como él. No obstante, su presencia en esa reunión contradice el comunicado público que la propia organización de la que hace vocería, el Foro Cívico (FC), publicó dos días después, el 16 de enero. Y lejos de problematizarse por la incongruencia, una de las directoras del Foro Cívico se solidariza públicamente con él, afirmando que todo es congruente. ¿A quién creer? ¿Al significado de las palabras o a los hechos concretos?
La confianza no se decreta, sino que se construye. Según la sociología la confianza es la creencia que una persona o un grupo determinado actuará de manera predecible según los valores y principios que profesa individualmente, y que son atesorados por la comunidad a la que pertenece. Si se dice una cosa, pero finalmente se actúa de manera diferente, se erosiona la confianza, apareciendo su contrario, la suspicacia.
El 16 de enero el FC publicó un comunicado titulado «La legitimidad democrática del poder pasa por respetar la soberanía popular». Su opinión sobre el desconocimiento de la voluntad popular del 28J, y su materialización el 10E es, desde el discurso democrático, inobjetable: «Confiar en la autoridad de la institución como regulador de estos procesos es imposible si no se garantiza transparencia en los procedimientos (…) garantizada a su vez por la serie de auditorías ciudadanas y técnicas estipuladas como requisito inobjetable para la proclamación de un candidato como ganador». Seguidamente enuncian lo que es un sentimiento compartido por muchos venezolanos: «Reparar el daño estructural y profundo que eso produjo en la confianza hacia la institución electoral y el voto (…) es una necesidad que impone desde ya el más arduo de los desafíos, la restitución de la legitimidad del sistema democrático».
Yo mismo pudiera suscribir cada una de estas palabras. El detalle es que cuando los dirigentes del Foro Cívico hacen una interpretación exageradamente libre de los significantes de los términos, lejos de generar un conflicto estimula una respuesta que prioriza el espíritu de cuerpo. Y como consecuencia el afectado no es sólo el FC, sino el ambiente en que se debería desarrollar una política de rescate de las instituciones democráticas, socializando la desconfianza.
El portal Contrapunto, recogiendo una entrevista para Unión Radio, amplificó que Zambrano aclaró que no había asistido a la reunión como miembro del FC, sino en su condición de Coordinador Nacional Operativo de Fuerza Vecinal. La nota del portal web indica que había precisado que «FV es un partido que defiende y se mantendrá en la ruta electoral. “Venezuela necesita un acuerdo democrático que dé respuesta a las inquietudes de la población». Llamó a un diálogo abierto «donde participen todos, donde nos reconozcamos».
Hasta ahora ni Zambrano ni las reseñas sobre aquella reunión sugieren que él haya tenido una actitud disruptiva sobre el principal objetivo del cónclave: Decidir la fecha de las próximas elecciones en el país. De hecho el CNE ha dicho en un comunicado que en las próximas horas anunciará la fecha de los primeros nueve eventos electorales pendientes, tras lo cual activará «de forma inmediata los eventos del cronograma electoral».
Luego de todo lo que ha pasado, y que el FC desarrolla en su propio texto, la pregunta evidente es cómo se compagina la presencia de uno de sus voceros conocidos, miembro de sus misiones de incidencia internacional, en la legitimación del anuncio de un nuevo calendario comicial en la recuperación de la «confianza hacia la institución electoral y el voto». ¿Esa reunión no tenía como objetivo, precisamente, producir el efecto contrario? La propia reunión en si misma –cuando debería ser el Consejo Nacional Electoral, en ejercicio de su autonomía como poder electoral independiente, quien elabore el cronograma atendiendo a criterios técnicos y no políticos– ¿no niega de plano las preocupaciones narrativas del FC?.
Aunque el conflicto de intereses es evidente, lo que en teoría quiere un partido como Fuerza Vecinal y lo que aspira una organización social como el FC, para sus principales animadoras no hay nada que cuestionar. Todo lo contrario. La arquitecta Mariela Ramírez, un día después de la conversación de los partidos minoritarios con Jorge Rodríguez, divulgó un hilo de tuits: «Lo hago a título personalísimo, por el afecto y la confianza que nos une. Para Pablo @pzl17 el diálogo y la negociación siempre tienen que estar presente sobre la mesa. Esa es una convicción que lo distingue en su condición de líder sindical». En uno de los trinos afirma: «La asistencia de Pablo @pzl17 a la convocatoria de partidos políticos hecha por la Asamblea Nacional para la revisión de las normas y leyes sobre procesos electorales y partidos políticos, en su condición de militante de un partido político, es criticada». En los siguientes agregó: «Espacios en los que espera trabajar para reparar el daño estructural y profundo en la confianza ciudadana hacia la autoridad electoral y el voto» y «Pablo @pzl17 sigue luchando en todo espacio posible».
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Ramírez debe tener un diccionario de la lengua española muy diferente al que la mayoría tenemos en casa. Quizás sea una rara y desconocida edición adquirida en un viejo anticuario durante su reciente visita a Europa. La jugada de Jorge Rodríguez, intentar legitimar el anuncio de realización de elecciones sin resolver las escandalosas irregularidades en torno al 28J e inmediatamente después de la instalación de un gobierno de facto, para ella son sinónimo de «reparar el daño estructural y profundo de la confianza ciudadana». Debe ser el mismo diccionario de Gianluca Rampolla, Coordinador residente y humanitario del Sistema de Naciones Unidas en Venezuela, cuando al asistir al «Congreso Mundial Antifascista» en Caracas, sin ningún tipo de disrupciones, creía que estaba siendo fiel a los principios de no discriminación ni persecución por razones políticas de la ONU. «Asistir: Sinónimo de luchar». ¡Congratulazioni!, pensó para sus adentros.
En mi diccionario el acto de Zambrano, y del resto de los asistentes al ágape, está bastante lejos, incluso en una dirección opuesta, sobre la posibilidad de revertir una herida mortal a la democracia en el país. Es más, aumenta la desconfianza hacia la propia organización social en la que participa el FC, siendo que las palabras no tienen sincronicidad con las acciones.
Las teorías de cambio basadas en la cooperación o confrontación mínima con un gobierno de facto son legítimas dentro del juego de la política, con p mayúscula o minúscula. Sin embargo, deben enunciarse con las palabras correctas, con un diccionario manejado y al alcance de los venezolanos, para explicitar de qué se trata y para que logren ser representativas más allá del círculo actual de sus convencidos. Para que el capital social acumulado cumpla lo que la Real Academia de la Lengua Española describe bajo la palabra confianza: «Esperanza firme que se tiene de alguien o algo».
Esta necesidad de encontrar un lenguaje común es vital cuando la mayoría de las organizaciones políticas y sociales del país estamos evaluando cómo continuar trabajando luego del 10E, con los líderes y activistas en condiciones de clandestinidad y exilio, bajo el riesgo de ser víctimas de lo que la CIDH ha calificado como «Terrorismo de Estado» en el país. Para esto es importante construir la base que facilita la acción política del país: Que exista confianza entre los liderazgos sociales y políticos, y entre estos y la ciudadanía. Lo peor que puede pasar es que, por la acción deliberada del autoritarismo, se masifique el escepticismo de los significados, y que lo político, entendido como la acción colectiva por el cambio, deje de tener sentido para los venezolanos. Para eso debemos compartir un mismo diccionario.
Rafael Uzcátegui es sociólogo y codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (Gapac) dentro de la línea de investigación «Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos»
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