¿Por qué ahora Consejo de Estado?, por Teodoro Petkoff
¿Qué hay detrás de la convocatoria del Consejo de Estado? No deja de llamar la atención que un organismo de orden constitucional, considerado como el «órgano superior de consulta del Gobierno y de la Administración Pública Nacional», haya estado en el limbo durante trece años y que súbitamente Chávez lo haya puesto en órbita.
Llama la atención porque el Presidente ha pasado trece años sin sentir la necesidad de apelar a «las recomendaciones en políticas de interés nacional en aquellos asuntos a los que el Presidente o Presidenta de la República reconozca de especial trascendencia y requiera de su opinión» (Art. 251).
Naturalmente, Chávez no es hombre de oír consejos o asesorías de nadie. Él se basta por sí solo y no tiene idea de lo que pudiera ser una dirección colectiva. En asuntos de especial trascendencia Chávez ha producido decisiones que han tomado por sorpresa hasta a sus más cercanos colaboradores. Verbo y gracia, el abandono de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), por no mencionar sino una.
¿Por qué, entonces, este hombre que pudo prescindir del Consejo de Estado durante trece años, de pronto decide ponerlo en funciones?
El pretexto asomado para ello ha sido el de recibir recomendaciones sobre la conveniencia (o no, todo es posible) de abandonar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Es poco creíble que esa sea la razón de fondo. Chávez ha tomado decisiones de mucho calado sin atender ninguna otra voz que la suya propia.
Dado lo que conocemos de él, es un tipo que abandonaría la CIDH por su propia cuenta, en cualquiera de sus berrinches. Plausible es, pues, pensar que del Consejo de Estado Chávez espere otras recomendaciones, además de la referida a la CIDH. Pero, por lo pronto, está este tema. Que probablemente es más de fondo de lo que parece porque en opinión de destacados juristas, dejar la CIDH implica salir de la OEA. ¿Es este el objetivo de Chávez? Veremos.
Para los venezolanos el abandono de la CIDH, si es que se da, como es bastante probable, tendrá consecuencias funestas.
Cancelada esta instancia jurídica sólo nos quedará la Corte Celestial para apelar de los abusos y arbitrariedades del gobierno. Estaremos, pues, sometidos a los criterios «independientes», «autónomos», «siempre conforme a derecho» de Luisa Estella, el «Cacharro» Carrasquerro y demás integrantes del gang que domina el TSJ por cuenta de Chávez.
Pero es de dudar que después de cumplido el cometido de «recomendar» al Presidente que le eche pichón a lo de la CIDH, el Consejo de Estado cese en sus funciones. Si Chávez no estuviera enfermo, esta perspectiva sería plausible; es más, probablemente ni siquiera lo habría designado.
Pero la enfermedad y su desenlace lo han hecho pensar en el tema que planteó Wilmar Castro Soteldo en la reunión del Comando del PSUV. El tema es gordo. ¿Cómo asegurar un cambio ordenado en el PSUV, si se diera alguno de los escenarios dibujados por el gobernador de Portuguesa? ¿Cómo manejar el tema electoral? ¿Cómo contener las ambiciones de los que se sienten herederos, en particular Diosdado Cabello? Hay material, pues.
El pretexto asomado para ello ha sido el de recibir recomendaciones sobre la conveniencia (o no, todo es posible) de abandonar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Es poco creíble que esa sea la razón de fondo.
Chávez ha tomado decisiones de mucho calado sin atender ninguna otra voz que la suya propia. Dado lo que conocemos de él, es un tipo que abandonaría la CIDH por su propia cuenta, en cualquiera de sus berrinches. Plausible es, pues, pensar que del Consejo de Estado Chávez espere otras recomendaciones, además de la referida a la CIDH. Pero, por lo pronto, está este tema. Que probablemente es más de fondo de lo que parece porque en opinión de destacados juristas, dejar la CIDH implica salir de la OEA. ¿Es este el objetivo de Chávez? Veremos.
Para los venezolanos el abandono de la CIDH, si es que se da, como es bastante probable, tendrá consecuencias funestas.
Cancelada esta instancia jurídica sólo nos quedará la Corte Celestial para apelar de los abusos y arbitrariedades del gobierno. Estaremos, pues, sometidos a los criterios «independientes», «autónomos», «siempre conforme a derecho» de Luisa Estella, el «Cacharro» Carrasquerro y demás integrantes del gang que domina el TSJ por cuenta de Chávez.
Pero es de dudar que después de cumplido el cometido de «recomendar» al Presidente que le eche pichón a lo de la CIDH, el Consejo de Estado cese en sus funciones. Si Chávez no estuviera enfermo, esta perspectiva sería plausible; es más, probablemente ni siquiera lo habría designado.
Pero la enfermedad y su desenlace lo han hecho pensar en el tema que planteó Wilmar Castro Soteldo en la reunión del Comando del PSUV. El tema es gordo. ¿Cómo asegurar un cambio ordenado en el PSUV, si se diera alguno de los escenarios dibujados por el gobernador de Portuguesa? ¿Cómo manejar el tema electoral? ¿Cómo contener las ambiciones de los que se sienten herederos, en particular Diosdado Cabello? Hay material, pues.
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