¿Contra quién las maniobras militares?, por Gonzalo González
A despecho de lo que algunos creen, particularmente sectores de las menguadas huestes chavistas, las sucesivas maniobras conjuntas de militares, milicias y colectivos, en esta ocasión intituladas Escudo Bolivariano, no van dirigidas a desestimular intervención militar alguna dirigida por imperialismo yankee en complicidad con sus lacayos endógenos y extranjeros.
El régimen es consciente de que es poco probable la ocurrencia de una intervención extranjera para derrocarlo. No lo es porque, por ahora, los Estados democráticos no la creen necesaria ni viable por diversas razones. En particular, en los Estados Unidos no existe el consenso político ni ciudadano para una empresa de tal envergadura. Y el señor Trump no parece dispuesto a asumir el riesgo implícito a menos de nueve meses de los comicios presidenciales.
Las maniobras forman parte de un operativo de guerra psicológica destinada a amedrentar al movimiento democrático y a la ciudadanía mayoritariamente partidaria del cambio político.
Se trata como en todo lo que tiene que ver con el inmenso aparato de seguridad y represión construido por el chavismo – bastante menguada por la injerencia buscada y estimulada por el oficialismo de Cuba, Rusia y otros Estados así como de organizaciones paraestatales armadas en los asuntos nacionales – para salvaguardar al régimen y a la nomenclatura. Lo que tenemos hoy es una inmensa e internacionalizada guardia pretoriana de la dictadura.
Por si fuera poco, Maduro, el lunes de la semana en curso, a propósito de exponer públicamente su evaluación de las maniobras anunció que de ahora en adelante tales operativos se harán sin previo aviso a la ciudadanía. En su comparecencia, Maduro aparece trajeado (¿indebidamente?) en uniforme militar con lo cual ratifica que su parecido con Sadam Hussein (brutal ejecutante de la intimidación y la represión contra su pueblo) no es solo físico.
El chavismo ha logrado mantenerse en el poder por la vía de perfección del control social – en especial el de los sectores populares, antaño afectos a su proyecto- cuyo menú de opciones incluye: la amenaza, el amedrentamiento, la represión, el soborno social y el estímulo a la diáspora.
El uso intensivo de esos mecanismos de control social, propio de dictaduras con vocación totalitaria, más carencias y errores de las fuerzas democráticas así como la insuficiencia de las presiones internacionales explica por qué el proceso de cambio luce bloqueado y el régimen disfruta de una suerte de estabilidad inestable.
Lea también: ¿Contra quién las maniobras militares?, por Gonzalo González
El chavismo necesita de una sociedad amedrentada y solo ocupada de sus problemas cotidianos para poder perpetrar la nueva estafa que prepara contra la Constitución y el derecho de los ciudadanos a elegir con la libertad y garantías del caso sus gobernantes y representantes. La estafa de marras es la convocatoria adelantada de comicios parlamentarios al margen de la legalidad vigente; se dispone con el concurso de falsos demócratas a reeditar el fraude del 20 de mayo del 2018.
Es el momento preciso para que la comunidad internacional democrática escale en magnitud y profundidad su presión para evitar el fraude.
Por cierto, no creo suficiente para enfrentar con éxito el fraude en ciernes anunciar que no se va a convalidar. Aquí hay que luchar por lograr las condiciones mínimas que permitan reconquistar la confianza ciudadana en el voto como instrumento de asignación de poder y representación y forzar la resolución democrática de la crisis.
Caracas, 18 de febrero de 2020