Corazón de perro, por Pablo M. Peñaranda H.

Twitter: @ppenarandah
En cierta oportunidad, una amiga muy querida, se lamentaba de las volteretas y las inconsecuencias de los humanos. Para esos días, retornó de un refugio su hermoso perro, que dando toda suerte de cabriolas festejaba el encuentro con su dueña, ella algo reflexiva, volvió a la frase que se le adjudica, nada menos y nada más, que a Lord Byron: «Mientras más conozco a los humanos más quiero a mi perro».
Yo, para demostrarle, que todos los humanos estamos hechos del mismo barro, le narré un cuento ruso (Bulgakov, M) algo aliñado por mí, el cual se refiere a un médico famoso por su práctica exitosa y cuyos beneficios económicos, por el ejercicio de su profesión, él los disfrutaba de forma evidente.
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Al llegar los bolcheviques al poder, graves amenazas se ciernen sobre su familia, la cual con una logística rápida logra salir del país. Este tipo de escapatoria no permitía incluir a mascotas por lo cual el ilustre cirujano se niega a abandonar a su perro y prefiere esperar mejores condiciones para pasar la frontera.
En fin, se queda en aquella casa inmensa con su amado perro. A los días, es invadido el palacete por una turba de militantes bolcheviques y él pasa a ser un habitante más en aquel tropel de desorden y anarquía.
No obstante, el caos reinante, el líder de los descamisados, le dedicaba una que otra tarde a conversar amigablemente con el facultativo, bien porque aquel talento era necesario por sus conocimientos o bien porque era imposible ignorar tanta genialidad, en medio de tantas necesidades.
Pero ocurre, que el dirigente que hasta el momento se había mantenido a la cabeza de aquella acción, enferma gravemente y es condición obligatoria suplantarle el corazón.
El médico lo opera y como no tiene otra alternativa, entre lágrimas abundantes, le coloca el corazón de su amado perro, para que aquel individuo pueda vivir.
Una vez recuperado el enfermo, comienza sus tareas de militante, con más ahínco y más vehemencia y esta vez incluye de forma sorpresiva, un hostigamiento casi a diario contra el médico, bajo el argumento, según el cual, el cirujano mantenía su estilo de vida y sus hábitos burgueses.
El fervoroso militante, al mes aproximadamente de su recuperación, lo acusa de espía, acusación que, para la época, era resuelta con fusilamiento.
El médico fue fusilado, y todos los beneficios de la casa pasaron a la tropa invasora.
Como todo karma, por mandato político, las huestes se vigilan entre sí y en aquel ambiente policial, se descubre que el dirigente, “el hombre nuevo” bolchevique, se había quedado con las pertenencias del médico, por lo cual es acusado de robo al erario nacional y fusilado de forma inmediata.
Finalicé el cuento con corolario explicativo, le dije a mi amiga que el cuento tiene por título: Corazón de Perro.
Por distintas circunstancias, transcurrió un largo periodo para que mi amiga volviera a entrar en comunicación conmigo.
Al fin, lo hizo, porque había muerto su perro y me informó que lo lloró tanto como había llorado la muerte de su padre.
Solo eso, quería contarles.
Pablo M. Peñaranda H. Es doctor en Ciencias Sociales, licenciado en Sicología y profesor titular de la UCV.
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